Dios, de tal manera creó la vida y toda cosa viviente, a fin de que ellas
enseñaran al hombre, por la palabra de Vida Eterna, las leyes del Verdadero
Dios.
Dios no escribió su palabra en las páginas de un libro, sino en vuestro corazón y
en vuestro espíritu. Están también en vuestro aliento, vuestra sangre, vuestros
huesos. En vuestra carne, vuestras entrañas, vuestros ojos, vuestros oídos, y en
cada partícula de vuestro cuerpo. Están escritas en el aire, en el agua, en la
tierra. En las plantas, en los rayos del sol, en las profundidades y en las alturas.
Os hablan con el fin de que comprendáis el idioma y la voluntad del Dios
viviente. Pero vos cerráis los ojos para no poder ver, tapáis vuestras orejas para
no poder oír.
De cierto, de cierto os digo, la escritura es la obra del hombre, mas la vida y
todos sus ejércitos, son la obra de nuestro Dios.
¿Por qué no escucháis las palabras del Dios viviente que están escritas en sus
obras? Y ¿Por qué estudiáis las escrituras muertas que son la obra de los
hombres?
CAPITULO V.
¿Cómo podremos leer la Ley de Dios en otra parte que no sean las escrituras?
Léenoslas donde tu las veas, pues nosotros no conocemos nada sino las
escrituras que hemos heredado de nuestros padres. Enséñanos la ley de que tu
hablas, a fin de que oyéndola, seamos sanados y justificados.
Y Jesús les dice: Vosotros no comprendéis las palabras de la vida porque estáis
en la muerte. Las sombras oscurecen vuestros ojos y la sordera cierra vuestros
oídos.
Pues yo os digo, en verdad no habéis ganado nada al escudriñar las escrituras
muertas, pues con vuestros hechos negáis al que os ha dado las escrituras.
Pues os digo en verdad, Dios y sus leyes no están de acuerdo con vuestros
actos. No están en la glotonería y la embriaguez, ni en lo disoluto, ni en la
impudicia, ni en la búsqueda de riquezas, ni aún en el odio para vuestros
enemigos. Porque todas estas cosas están muy alejadas del verdadero Dios y
de sus ángeles. Mas todas estas cosas vienen del reino de las tinieblas y del
príncipe de todo mal.
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