entes, se fueron a su casa.
Cuando llegaron y entraron, el oficial Fuentes di-
jo.
-María. Esta estatua Swarovski es tuya. Yo la cui-
dé.
Esta era una estatua de forma de un sol.
-¡Muchísimas gracias!
-No te enojes, pero tendré que pasar algunas no-
ches aquí hasta que encuentre a Carlos. Él es muy
peligroso.
-Claro que no me voy a enojar. Usted puede dor-
mir en la cama de mi hijo mayor.
-No, sería mejor que me duerma en el sofá del li-
ving para poder ver cuando viene. ¿Podríamos al-
morzar?
-Claro que sí.
Mientras Marcos dormía, María y el oficial Fuen-
tes se pusieron a almorzar.
-¿Podríamos ver las noticias por la tele?—
Preguntó el oficial Fuentes y María prendió la tele.
El anfitrión decía.
-El asesino más famoso de la ciudad, Carlos Ro-
jas, entró a un micro de ambulancia ilegalmente ase-
sinando a dos doctores y al conductor robándose el
micro. Tenga mucho cuidado de él. Si alguien ve ese
micro, que avise a la policía.
-Apágala.—Dijo el oficial Fuentes.