Al filo.
No hubo amor tan vano como el que sentí por ella, ni hombre tan pusilánime
como el que en aquel entonces era. Pudo ser la mujer de mi vida, la musa de
todo mi arte, y sin embargo estoy aquí. Al filo de la cornisa, mirando al vacío
como se mira a un vaso de agua en medio desierto. No he sentido decepción
tan profunda y no hay hombre que experimente como yo la desdicha.
Lo he tenido todo. Tuve el abrazo de mi madre las mañanas antes de irme al
cole, los consejos de mi padre en tardes desesperadas, el amor de ambos días y
noches. Pero no bastaba, no me basta. Porque es ella lo único que yo anhelaba.
Ahora está casada, embarazada. Yo pude hacerla más feliz. Yo pude… y sin
embargo estoy aquí, al filo de la cornisa. Esperando, ¿qué estoy esperando?
Una bofetada que me devuelva a la realidad o una puñalada que me arranque
de una buena vez la vida. Tampoco yo tomo esas decisiones.
Ella elige mi camino.
Ni todos los versos desgarradores expresan la agonía de estar atado a este
mismo lugar. Y, sin embargo, continúo pensando en ello.
Han pasado ya tres años. Sigo sentado en el mismo punto mirando al vacío, al
tiempo congelado, visitando la capilla de mis memorias. Ella seguirá allí.
Embarazada de nuestro pequeño hijo por los siglos de los siglos y sin embargo
yo seguiré aquí, al filo de la cornisa.
Ella lo decidirá hoy. Si continúo varado en la penumbra o me desconecta.
Y me desconecta.
Y después de tanto…abandono la cornisa. La abandono a ella.
De: Zamna Carrillo