Abismo
Lo siento en el fondo, una cuna en el desierto, una herida abierta en el pecho por encima de todos los olvidos que se acumulan cuando de repente dejas de sonreír, igual que si en una mesa inmensa se apagara la última luz de la noche.
Así, lo siento en la memoria. Mi raíz en la celda más oscura de tu rechazo, que es la prisión de las cosas destruidas: Prisión de una planta petrificada en eterna primavera, prisión de un paraíso hecho por ángeles caídos, prisión de una estrella degradada a simple cerillo, prisión de un sol hecho añicos; presos en ti, en la frontera de lo que en ti es deleite y en mí es delirio.
Lo siento en el fondo; una gotera poblada de ecos que pronuncian tu nombre, tu nombre que perfora mi soledad de dura piedra. Lo siento en el fondo; encadenado a ésta flor arrancada de mi garganta.
Así lo siento profundo; pero tú, solo sabes huir de mi encuentro; pero yo, reciclando las alegrías de otros, seguiré sonriendo para ti, que eres el mástil que sostiene éste velamen sin viento en medio del desierto, éste desierto del fondo siempre en el fondo.
Lejos de mis manos y mi sonrisa, y mi piel que solo anhela tu piel, y mi pelo que se pierde en lo pretérito de soñar dormir con tu pelo. En el fondo siempre en el fondo, lejos de todo lo que puedo tocar, oculto, distante de todo lo que puedo ver. Pues la que veo es solo una proyección sideral de la que en mi palpita; ambas brillando universales, cultivando el feroz anhelo de ser quietud entre sus brazos, ser luna anclada a su sexo de noche; iluminando el huracán sin destrozos que es mi dolor.
Entonces, justo aquí te siento, debajo del corazón y me doy cuenta de que para ti solo puedo seguir cayendo de fondo en fondo siempre al fondo, hasta encontrarte.
Sergio Rodrigo Kanek Quintanar Tapia