de otro”. Aquí sus críticos y él mismo
reconocen la influencia de Edgar Allan
Poe. Le siguen cuentos y novelas como
“Los perseguidos” 1905, “El almohadón de plumas”, 1905.
LA SELVA Y SUS AMORES
Su vida más auténtica la vivió en la
selva. Tuvo su casa en San Ignacio y
compró una chacra en Misiones, Alto
Paraná. Hacia 1908, tres cosas ocuparon sus días: construir la casa, se enamoró de su alumna Ana María Cires y
escribió la novela “Historia de un amor
turbio”.
En 1911 nació su primera hija, Eglé Quiroga. Un año después nació su hijo Darío.
Pronto la educación de los niños estuvo bajo
su cuidado y se propuso hacer de ellos, personas duras para adaptarse a la selva. Muchos desacuerdos provocaron el suicidio de
Ana María y decidió volver a Buenos Aires.
La vida en la ciudad se alternó entre trabajar de Secretario en el Consulado de Uruguay y sucumbir a la miseria lo que lo obligó
a convivir con sus hijos en un sótano de la
calle Canning. Su labor literaria estaba
llegando a la culminación hacia 1917
cuando apareció el libro “Cuentos de
amor de locura y de muerte” 1917. Ahí
recibió la ayuda del escritor Manuel Gálvez,
quien mediante la Cooperativa Editorial de
Buenos Aires logró que su maestría literaria
y su imaginación fueran reconocidas como
las de un gran escritor.
Las realidades americanas empezaron con
Quiroga a ocupar el lugar de las obras famosas por su carácter universal. Parecía
que la llegada del éxito estaba asegu-
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rada y esto fue refrendado por la aparición de “Cuentos de la selva”, conjunto
dirigido a los niños y dedicado a sus
hijos quienes estaban preparados para
entender ese mundo gracias a sus propios primeros años de vida.
En sus cuentos reina una atmósfera de
alucinación, crimen, locura situada en la
Naturaleza salvaje de la selva. Quiroga
legó a los jóvenes escritores su famoso
Decálogo del perfecto cuentista que resumía de manera perfecta su propio estilo: una prosa precisa, estilizada y contundente al mismo tiempo, que lo convirtió en maestro del relato breve.
Le siguen los siguientes títulos: “El salvaje”, en 1919. Una obra de teatro: “Las sacrificadas”. 1920; “Anaconda” de 1921. Fue
distinguido en Brasil por la Academia de
Letras y publicó otra serie de cuentos con
el nombre: “El desierto”. Ya estaba instalado en el medio literario argentino con plena aceptación de su calidad creadora en las
principales publicaciones del medio.
Una vez más el amor se convirtió en
su tormento: esta vez Ana María Palacio de diecisiete años fue su objeto de
fascinación hacia 1932. Quiso instalarse con ella en Misiones pero ante la negativa absoluta de los padres de la chica que decidieron sacarla del país, tuvo
que aceptar su decepción y escribió la
novela “Pasado amor”. Interesante su
lectura pues allí relata las mil estratagemas que intentó para lograr llegar a
ella.