Del mismo cuero
Guasqueros
se les llamaba;
hombres que trabajaban el cuero
desde el mismo animal que cuereaban
hasta el final de la prenda terminada,
verdaderos artesanos gauchos, Lazos,
riendas, cabezadas y tantas otras
cosas vinculadas a la actividad rural.
Con muy pocas y rudimentarias
herramientas de tipo casero; lezna,
cuchillo, chaira y poco más.
Maestros en lonjear, sacar tientos
tan finitos como hilos para coser a
mano con ellos cosas que parecían
bordadas.
Aunque no del todo, como otros
también se han ido empujados por el
desarrollo industrial y moderno; hoy
es difícil encontrar alguno que sea
capaz de sacar de su ingenio y
paciencia todas aquellas maravillas
que eran orgullo del paisanaje.
La historia de uno de estos
hombres me la contó un día el finado
Feliciano. Íbamos rumbo a la chacra
a emparvar maíz; él en el tubiano yo
en una petisa ruana, cuando pasamos
junto
a una cina-cina
donde
también había algunas piedras, me
comentó: “Ahí, según dicen, está
enterrado Justo Barragán Gauna, yo
no lo conocí pero mi padre sí.
Se lo mentaba en el pago como el
mejor “guasquero” en tiempos en que
había muchos buenos.
Era un mozo bien plantado porque
además de su habilidad para trenzar,
coser y demás, tenía un parejero muy
bueno y no había carrera que no
ganara, Con la taba era asunto serio y
como si fuera poco tocaba el
acordeón y andaba desparramando
polcas y rancheras por ranchos y
bailongos donde iba.
Pero la vida también juega sus
cartas: el diablo tiene la taba
marcada y el naipe marcado. El
muchacho entró de novio con una
gurisa que había en una estancia,
parece que era ahijada de la patrona
o algo así.
De la noche a la mañana apareció
como
otra
persona,
le
negó
totalmente el cuerpo a toda farra y
diversión y solo los domingos lo veían
pasar galopeando largo con un oscuro
estrellado sin detenerse en el
boliche: una senda para el existía, la
del perfume de retama.
Y entendamos esto, en el juego del
amor de nada valen virtudes tales
como la vista, el cálculo o el pulso;
solo talla el corazón y ahí cuando se
pierde se acobarda el más pintado.