El Uru Revista Nº 24 | Page 6

Del mismo cuero Guasqueros se les llamaba; hombres que trabajaban el cuero desde el mismo animal que cuereaban hasta el final de la prenda terminada, verdaderos artesanos gauchos, Lazos, riendas, cabezadas y tantas otras cosas vinculadas a la actividad rural. Con muy pocas y rudimentarias herramientas de tipo casero; lezna, cuchillo, chaira y poco más. Maestros en lonjear, sacar tientos tan finitos como hilos para coser a mano con ellos cosas que parecían bordadas. Aunque no del todo, como otros también se han ido empujados por el desarrollo industrial y moderno; hoy es difícil encontrar alguno que sea capaz de sacar de su ingenio y paciencia todas aquellas maravillas que eran orgullo del paisanaje. La historia de uno de estos hombres me la contó un día el finado Feliciano. Íbamos rumbo a la chacra a emparvar maíz; él en el tubiano yo en una petisa ruana, cuando pasamos junto a una cina-cina donde también había algunas piedras, me comentó: “Ahí, según dicen, está enterrado Justo Barragán Gauna, yo no lo conocí pero mi padre sí. Se lo mentaba en el pago como el mejor “guasquero” en tiempos en que había muchos buenos. Era un mozo bien plantado porque además de su habilidad para trenzar, coser y demás, tenía un parejero muy bueno y no había carrera que no ganara, Con la taba era asunto serio y como si fuera poco tocaba el acordeón y andaba desparramando polcas y rancheras por ranchos y bailongos donde iba. Pero la vida también juega sus cartas: el diablo tiene la taba marcada y el naipe marcado. El muchacho entró de novio con una gurisa que había en una estancia, parece que era ahijada de la patrona o algo así. De la noche a la mañana apareció como otra persona, le negó totalmente el cuerpo a toda farra y diversión y solo los domingos lo veían pasar galopeando largo con un oscuro estrellado sin detenerse en el boliche: una senda para el existía, la del perfume de retama. Y entendamos esto, en el juego del amor de nada valen virtudes tales como la vista, el cálculo o el pulso; solo talla el corazón y ahí cuando se pierde se acobarda el más pintado.