El Túnel
Ernesto Sábato
VIII
Mientras volvía a mi casa profundamente deprimido, trataba de pensar con claridad. Mi cerebro
es un hervidero, pero cuando me pongo nervioso las ideas se me suceden como en un vertiginoso
ballet; a pesar de lo cual, o quizá por eso mismo, he ido acostumbrándome a gobernarlas y
ordenarlas rigurosamente; de otro modo creo que no tardaría en volverme loco.
Como dije, volví a casa en un estado de profunda depresión, pero no por eso dejé de ordenar y
clasificar las ideas, pues sentí que era necesario pensar con claridad si no quería perder para
siempre a la única persona que evidentemente había comprendido mi pintura.
O ella entró en la oficina para hacer una gestión, o trabajaba allí; no había otra posibilidad.
Desde luego, esta última era la hipótesis más favorable. En este caso, al separarse de mí se habría
sentido trastornada y decidiría volver a su casa. Era necesario esperarla, pues, al otro día, frente a la
entrada.
Analicé luego la otra posibilidad: la gestión. Podría haber sucedido que, trastornada por el
encuentro, hubiera vuelto a la casa y decidido dejar la gestión para el otro día. También en este caso
correspondía esperarla en la entrada.
Estas dos eran las posibilidades favorables. La otra era terrible: la gestión había sido hecha
mientras yo llegaba al edificio y durante mi aventura de ida y vuelta en el ascensor. Es decir, que nos
habíamos cruzado sin vernos. El tiempo de todo este proceso era muy breve y era muy improbable
que las cosas hubieran sucedido de este modo, pero era posible: bien podía consistir la famosa
gestión en entregar una carta, por ejemplo. En tales condiciones creí inútil volver al otro día a esperar.
Había, sin embargo, dos posibilidades favorables y me aferré a ellas con desesperación.
Llegué a mi casa con una mezcla de sentimientos. Por un lado, cada vez que pensaba en la
frase que ella había dicho ("La recuerdo constantemente"), mi corazón latía con violencia y sentí que
se me abría una oscura pero vasta y poderosa perspectiva; intuí que una gran fuerza, hasta ese
momento dormida, se desencadenaría en mí. Por otro lado imaginé que podía pasar mucho tiempo
antes de volver a encontrarla. Era necesario encontrarla. Me encontré diciendo en alta voz, varias
veces: "¡Es necesario, es necesario!"
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