EL TINTERO DE ORO MAGAZINE Nº 4 EL TINTERO DE ORO MAGAZINE Nº 4 | Page 66

—¡Abuela; no te metas así en mi cocina! Dame alguna señal cuando vengas de visita. Me dan palpitaciones. —Bah, Doña Angustias… Calladita. Sentate y cerrá los ojos. ¡Vamos! ¡Sin miedo, que estoy en el Paraíso y no necesito espantar a nadie! Un soplo de brisa desde el patio. ¿O una ca- ricia de la abuela? —Tenés las manos tibiecitas. Como si… no… —Como si estuviera viva. ¡Sí, señorita! ¡El amor no muere! Respirá hondo y contá hasta cinco. —… tres, cuatro, cinco. «¿Fue un beso?» ¡Ah, cierto! ¡Se dejaban en salmuera toda la noche… Después se lavaban bien a fondo y se dejaban impregnar de almíbar. ¡Uy, ya te fuiste! Se asomó a la puerta del jardín. Por detrás de la copa brillante y dorada del naranjo, se esca- paba una nube preciosa, regordeta y sonrosada. Le dijo ¡gracias! y sopló un beso. Se le llenó el corazón de dulces recuerdos. Y, entonces, sonrió… 66