EL SEÑOR DE LAS MOSCAS | Page 96

- Calla y escucha. Con desesperación, rezó Ralph para que la fiera escogiese a alguno de los pequeños. Se oyó afuera una voz aterradora que murmuraba: - Piggy... Piggy. - ¡Ya está aquí! - dijo Piggy sin aliento - ¡Era verdad! Se asió a Ralph e intentó recobrar el aliento. - Piggy, sal afuera. Te busco a ti, Piggy. Ralph apretó la boca junto al oído de Piggy: - No digas nada. - Piggy..., ¿dónde estás, Piggy? Algo rozó contra la pared del refugio. Piggy se mantuvo inmóvil durante unos instantes, después vino el ataque de asma. Dobló la espalda y pataleó las hojas. Ralph rodó para apartarse. En la entrada del refugio se oyó un gruñido salvaje y siguió la invasión de una masa viva y móvil. Alguien cayó sobre el rincón de Ralph y Piggy, que se convirtió en un caos de gruñidos, golpes y patadas. Ralph pegó y al hacerlo se vio entrelazado con lo que parecía una docena de cuerpos que rodaban por el suelo con él, cambiando golpes, mordiscos y arañazos. Sacudido y lleno de rasguños, encontró unos dedos junto a su boca y mordió con todas sus fuerzas. Un puño retrocedió y volvió como un pistón sobre Ralph, que sintió explotar el refugio en un estallido de luz. Ralph se desvió hacia un lado y cayó sobre un cuerpo que se retorció bajo él; sintió junto a sus mejillas un aliento ardiente. Golpeó aquella boca como si su puño fuese un martillo; sus golpes eran más coléricos, más histéricos a medida que aquel rostro se volvía más resbaladizo. Cayó hacia un lado cuando una rodilla se clavó entre sus piernas; el dolor le sobrecogió y le obligó a abandonar la pelea, que continuó en torno suyo. En aquel momento el refugio se derrumbó con aprensiva resolución y las anónimas figuras se apresuraron a buscar una salida. Oscuros personajes fueron levantándose entre las ruinas y huyeron; por fin, pudieron oírse de nuevo los gritos de los pequeños y los ahogos de Piggy. Con voz trémula ordenó Ralph: - Vosotros, los peques, volved a acostaros. Ha sido una pelea con los otros. Ahora iros a dormir. Samyeric se acercaron a ver a Ralph. - ¿Estáis los dos bien? - Supongo... -... a mí me dieron una buena paliza. - Y a mí. ¿Qué tal está Piggy? Sacaron a Piggy de las ruinas y le apoyaron contra un árbol. La noche había refrescado y se hallaba libre de nuevos terrores. La respiración de Piggy era algo más pausada. - ¿Te hicieron daño, Piggy? - No mucho. - Eran Jack y sus cazadores - dijo Ralph con amargura -. ¿Por qué no nos dejarán en paz? - Les dimos un buen escarmiento - dijo Sam. La sinceridad le obligó a añadir: - Por lo menos tú sí que se lo diste. Yo me hice un lío con mi propia sombra en un rincón. - A uno de ellos le hice ver las estrellas - dijo Ralph -. Le hice pedazos. No tendrá ganas de volver a pelear con nosotros en mucho tiempo. - Yo también - dijo Eric -. Cuando me desperté, uno me estaba dando patadas en la cara. Creo que estoy sangrando por toda la cara, Ralph. Pero al final salí ganando yo. - ¿Qué le hiciste? - Levanté la rodilla - dijo Eric con sencillo orgullo - y le di en las pelotas. ¡Si le oís gritar! Ese tampoco va a volver en un buen rato. Así que no lo hicimos mal del todo. Ralph hizo un brusco movimiento en la oscuridad; pero oyó a Eric hacer ruido con la boca.