- Calla y escucha.
Con desesperación, rezó Ralph para que la fiera escogiese a alguno de los pequeños.
Se oyó afuera una voz aterradora que murmuraba:
- Piggy... Piggy.
- ¡Ya está aquí! - dijo Piggy sin aliento - ¡Era verdad!
Se asió a Ralph e intentó recobrar el aliento.
- Piggy, sal afuera. Te busco a ti, Piggy. Ralph apretó la boca junto al oído de Piggy:
- No digas nada.
- Piggy..., ¿dónde estás, Piggy?
Algo rozó contra la pared del refugio. Piggy se mantuvo inmóvil durante unos instantes,
después vino el ataque de asma. Dobló la espalda y pataleó las hojas. Ralph rodó para
apartarse.
En la entrada del refugio se oyó un gruñido salvaje y siguió la invasión de una masa
viva y móvil. Alguien cayó sobre el rincón de Ralph y Piggy, que se convirtió en un caos
de gruñidos, golpes y patadas. Ralph pegó y al hacerlo se vio entrelazado con lo que
parecía una docena de cuerpos que rodaban por el suelo con él, cambiando golpes,
mordiscos y arañazos. Sacudido y lleno de rasguños, encontró unos dedos junto a su
boca y mordió con todas sus fuerzas. Un puño retrocedió y volvió como un pistón sobre
Ralph, que sintió explotar el refugio en un estallido de luz. Ralph se desvió hacia un lado y
cayó sobre un cuerpo que se retorció bajo él; sintió junto a sus mejillas un aliento ardiente.
Golpeó aquella boca como si su puño fuese un martillo; sus golpes eran más coléricos,
más histéricos a medida que aquel rostro se volvía más resbaladizo. Cayó hacia un lado
cuando una rodilla se clavó entre sus piernas; el dolor le sobrecogió y le obligó a
abandonar la pelea, que continuó en torno suyo. En aquel momento el refugio se
derrumbó con aprensiva resolución y las anónimas figuras se apresuraron a buscar una
salida. Oscuros personajes fueron levantándose entre las ruinas y huyeron; por fin,
pudieron oírse de nuevo los gritos de los pequeños y los ahogos de
Piggy. Con voz trémula ordenó Ralph:
- Vosotros, los peques, volved a acostaros. Ha sido una pelea con los otros. Ahora iros
a dormir. Samyeric se acercaron a ver a Ralph.
- ¿Estáis los dos bien?
- Supongo...
-... a mí me dieron una buena paliza.
- Y a mí. ¿Qué tal está Piggy?
Sacaron a Piggy de las ruinas y le apoyaron contra un árbol. La noche había refrescado
y se hallaba libre de nuevos terrores. La respiración de Piggy era algo más pausada.
- ¿Te hicieron daño, Piggy?
- No mucho.
- Eran Jack y sus cazadores - dijo Ralph con amargura -. ¿Por qué no nos dejarán en
paz?
- Les dimos un buen escarmiento - dijo Sam. La sinceridad le obligó a añadir:
- Por lo menos tú sí que se lo diste. Yo me hice un lío con mi propia sombra en un
rincón.
- A uno de ellos le hice ver las estrellas - dijo Ralph -. Le hice pedazos. No tendrá
ganas de volver a pelear con nosotros en mucho tiempo.
- Yo también - dijo Eric -. Cuando me desperté, uno me estaba dando patadas en la
cara. Creo que estoy sangrando por toda la cara, Ralph. Pero al final salí ganando yo.
- ¿Qué le hiciste?
- Levanté la rodilla - dijo Eric con sencillo orgullo - y le di en las pelotas. ¡Si le oís gritar!
Ese tampoco va a volver en un buen rato. Así que no lo hicimos mal del todo.
Ralph hizo un brusco movimiento en la oscuridad; pero oyó a Eric hacer ruido con la
boca.