- Anda, cállate.
Les interrumpió el sonido de la caracola, que alguien tocaba sin habilidad. Jack, como
si ofreciese una serenata al sol naciente, siguió haciendo sonar la caracola, mientras en
los refugios empezaban a agitarse las primeras señales de vida, los cazadores se
deslizaban hacia la plataforma y los pequeños empezaban a lloriquear, como ahora
hacían con tanta frecuencia. Ralph se levantó dócilmente. Piggy Y él se dirigieron a la
plataforma.
- Palabras - dijo Ralph amargamente -, palabras y más palabras.
Quitó la caracola a Jack.
- Esta reunión... Jack le interrumpió:
- La he convocado yo.
- Lo mismo iba a hacer yo. Lo único que has hecho es soplar la caracola.
- Bueno, ¿y no es eso?
- ¡Tómala, anda! ¡Sigue..., habla! Ralph arrojó la caracola a los brazos de Jack y se
sentó en el tronco de palmera.
- He convocado esta asamblea por muchas razones - dijo Jack -. En primer lugar... ya
sabéis que hemos visto a la fiera. Nos acercamos a gatas; estuvimos a unos cuantos
metros de la fiera. Levantó la cabeza y nos miró. No sé qué hace allí. Ni siquiera sabemos
lo que es...
- Esa fiera sale del mar...
- De la oscuridad...
- De los árboles...
- ¡Silencio! - gritó Jack -. A ver si escucháis. La fiera está allí sentada, sea lo que sea...
- A lo mejor está esperando...
- O cazando...
- Eso es, cazando.
- Cazando - dijo Jack. Recordó los temblores que se apoderaban de él en el bosque -.
Sí, esa fiera sale a cazar. ¡Pero callaos de una vez! Otra cosa: fue imposible matarla. Y
además, os diré lo que acaba de decirme Ralph de mis cazadores: que no sirven para
nada.
- ¡No he dicho nada de eso!
- Yo tengo la caracola. Ralph cree que sois unos cobardes, que el jabalí y la fiera los
hacen salir corriendo. Y eso no es todo.
Se oyó en la plataforma algo como un suspiro, como si todos supiesen lo que iba a
seguir. La voz de Jack continuó, trémula pero decidida, presionando contra el pasivo
silencio.
- Es igual que Piggy; dice las mismas cosas que Piggy. No es un verdadero jefe. Jack
apretó la caracola contra sí.
- Además, es un cobarde.
Hizo una breve pausa y después continuó:
- Allá en la cima, cuando Roger y yo seguimos adelante, él se quedó atrás.
- ¡Yo también seguí!
- Pero después.
Los dos muchachos se miraron, a través de las pantallas de sus melenas,
amenazantes.
- Yo también seguí - dijo Ralph -; eché a correr luego, pero tú hiciste lo mismo.
- Llámame cobarde si quieres. Jack se volvió a los cazadores:
- No sabe cazar. Nunca nos habría conseguido carne. No es ningún prefecto, y no
sabemos nada de él. No hace más que dar órdenes y espera que se le obedezca porque
sí. Venga a hablar...
- ¡Venga a hablar! - gritó Ralph -. ¡Hablar y hablar! ¿Quién ha empezado? ¿Quién ha
convocado esta reunión?