En el silencio de Simón, Ralph dijo secamente:
- A tí te falta un tornillo.
Simón movió la cabeza con violencia, haciendo volar su áspera melena negra hacia un
lado y otro de la cara.
- No, no me falta nada. Simplemente creo que volverás.
No hablaron más durante unos instantes. Y, de pronto, se sonrieron mutuamente.
Roger llamó desde el interior del bosque.
- ¡Venid a ver!
La tierra junto a la trocha de los cerdos estaba removida y había en ella excrementos
que aún despedían vapor. Jack se agachó hasta ellos como si le atrajesen.
- Ralph..., necesitamos carne, aunque estemos buscando lo otro.
- Si no nos salimos del camino, de acuerdo, cazaremos.
Se