Había una poza al extremo del río, un pequeño lago retenido por la arena y lleno de
blancos nenúfares y juncos afilados. Allí aguardaban Sam y Erik y también Bill. Oculto del
sol, Jack se arrodilló junto a la poza y desplegó las dos grandes hojas que llevaba en las
manos. Una de ellas contenía arcilla blanca y la otra arcilla roja. Junto a ellas había un
trozo de carbón vegetal extraído de la hoguera.
Mientras actuaba, Jack explicó a Roger:
- No es que me huelan; creo que lo que pasa es que me ven. Ven un bulto rosa bajo los
árboles. Se embadurnó de arcilla.
- ¡Si tuviese un poco de verde!
Volvió hacia Roger el rostro medio pintado y quiso responder a la confusión que notó
en su mirada:
- Es para cazar. Igual que se hace en la guerra. Ya sabes... camuflaje. Es como tratar
de parecerte a otra cosa...
Contorsionó el cuerpo en su necesidad de expresarse:
-...como las polillas en el tronco de un árbol.
Roger comprendió y asintió con seriedad. Los mellizos se acercaron a Jack y
empezaron a protestar tímidamente por alguna razón. Jack les apartó con la mano.
- A callar.
Se frotó con la barra de carbón entre las manchas rojas y blancas de su cara.
- No. Vosotros dos vais a venir conmigo.
Contempló el reflejo de su rostro y no pareció quedar muy contento. Se agachó, tomó
con ambas manos agua tibia y se restregó la cara. Reaparecieron sus pecas y las cejas
rubias.
Roger sonrió sin querer.
- Vaya una pinta que tienes.
Jack estudió detalladamente un nuevo rostro. Coloreó de blanco una mejilla y la cuenca
de un ojo; después frotó de rojo la otra mitad de la cara y con el carbón trazó una raya
desde la oreja derecha hasta la mandíbula izquierda. Buscó su imagen en la laguna, pero
enturbiaba el espejo con la respiración.
- Samyeric. Traedme un coco, uno vacío.
Se arrodilló sosteniendo el cuenco de agua. Un círculo de sol cayó sobre su rostro y en
el fondo del agua apareció un resplandor. Miró con asombro, no a su propia cara, sino a la
de un temible extraño. Derramó el agua y de un salto se puso en pie riendo con
excitación. Junto a la laguna, su espigado cuerpo sostenía una máscara que atrajo hacia
sí las miradas de los otros y les atemorizó. Empezó a danzar y su risa se convirtió en
gruñidos sedientos de sangre. Brincó hacia Bill, y la máscara apareció como algo con vida
propia tras la cual se escondía Jack, liberado de vergüenza y responsabilidad. Aquel
rostro rojo, blanco y negro saltó en el aire y bailó hacia Bill, el cual se enderezó de un
salto, riendo, pero de repente enmudeció y se alejó tropezando entre los matorrales. Jack
se precipitó hacia los mellizos.
- Los otros se están poniendo ya en fila. ¡Vamos!
- Pero...
-...nosotros...
- ¡Vamonos! Yo me acercaré a gatas y le apuñalaré... La máscara les forzaba a
obedecer.
Ralph salió de la poza y, brincando, cruzó la playa y fue a sentarse bajo la sombra de
las palmeras. Tenía el pelo pegado sobre las cejas y se lo echó hacia atrás. Simón flotaba
en el agua, que agitaba con sus pies, y Maurice se ensayaba en bucear. Piggy vagaba de
un lado a otro, recogiendo cosas sin ningún propósito para deshacerse luego de ellas. Los
breves estanques que se formaban entre las rocas l