EL SEÑOR DE LAS MOSCAS | Page 26

diversos ruidos del fuego se fundieron en una especie de redoble de tambores que sacudió la montaña. - Ahí tenéis vuestra fogata. Alarmado, Ralph advirtió que los muchachos se quedaban paralizados y silenciosos, sintiéndose invadir por el temor ante el poder desencadenado a sus pies. El conocimiento de ello y el temor le hicieron brutal. - ¡Cállate ya! - Tengo la caracola - dijo Piggy con lastimada voz -. Tengo derecho a hablar. Le miraron con ojos indiferentes a lo que veían y oídos atentos al tomborilear del fuego. Piggy volvió una nerviosa mirada hacia aquel infierno y apretó contra sí la caracola. - Ahora hay que dejar que todo eso se queme. Y era nuestra leña. Se pasó la lengua por los labios. - No podemos hacer nada. Hay que tener más cuidado. Estoy asustado... Jack hizo un esfuerzo para separar la vista del fuego. - Tú siempre tienes miedo. ¡Eh! ¡Gordo! - La caracola la tengo yo - dijo Piggy desalentado. Se volvió a Ralph -. La caracola la tengo yo, ¿verdad Ralph? Ralph se apartó con dificultad del espléndido y temible espectáculo. - ¿Qué dices? - La caracola. Tengo derecho a hablar. Los mellizos se rieron a la vez. - Queríais humo... - Y ahora mira... Un telón de varios kilómetros de anchura se alzaba sobre la isla. Todos los muchachos, excepto Piggy, empezaron a reír; segundos después no podían dominar las carcajadas. Piggy perdió la paciencia. - ¡Tengo la caracola! ¡A ver si me escucháis! Lo primero que teníamos que haber hecho era construir refugios allá abajo, junto a la playa. Hacía buen frío allá abajo de noche. Pero en cuanto Ralph dice «una hoguera» salís corriendo y chillando hasta la montaña. ¡Como una panda de críos! Todos escuchaban ahora su diatriba. - ¿Cómo queréis que nos rescaten si no hacéis las cosas por su orden y no os portáis como es debido? Se quitó las gafas y pareció que iba a soltar la caracola, pero cambió de parecer al ver que casi todos los mayores se abalanzaban sobre ella. Cobijó la caracola bajo el brazo y se acurrucó junto a la roca. - Luego, cuando llegáis aquí hacéis una hoguera que no sirve para nada. Ahora mirar lo que habéis hecho, prender fuego a toda la isla. Tendrá mucha gracia que se queme toda la isla. Fruta cocida, eso es lo que vamos a tener de comida, y cerdo asado. ¡Y eso no es para reírse! Dijisteis que Ralph es el jefe y no le dais ni tiempo para pensar. Luego, en cuanto dice algo, salís pitando como, como... Se detuvo para tomar aliento y oyeron al fuego rugirles. - Y eso no es todo. Esos niños. Los peques. ¿Quién se ha ocupado de ellos? ¿Quién sabe cuántos tenemos? Ralph dio un rápido paso adelante. - Te dije a ti que lo hicieses. ¡Te dije que hicieses una lista con sus nombres! - ¿Cómo iba a hacerlo - gritó Piggy indignado - yo solo? Esperaron dos minutos y se lanzaron al mar; se metieron en el bosque, se fueron por todas partes. ¿Cómo iba a saber cuál era cuál? Ralph se mojó sus pálidos labios. - ¿Entonces no sabes cuántos deberíamos estar aquí?