BERTALICIA PERALTA
Nueve de enero, número inicial
principio germinal de independencia.
Lúgubre silencio letal de palomas
soltadas en el centro de la vida
donde nacieron los soldados de la Patria
donde murieron: quemados sus ojos
acongojados por dentro
ultrajados en su casta y en su sangre
violados en su lengua y sus hijos
acogotados, sumidos en la ira y la barbarie
los militantes de la Patria nueva
de la Patria sangrante
de la gimiente Patria
de la despedazada, dulce, buena Patria
con su pecho abierto por la metralla
la soberbia, la odiosa conquista del imperio
de Estados Unidos por el crimen...
[…]
Estandartes y coronas para guardar el alma de la
Patria
que no puede contenerse en veinte fosas
que no es capaz de convertirse en viento
para viajar en rutas penetradas de cruces:
quiero gritar a todos que no es posible amar a los
soldados Yankees
que no es posible comprender palabras
envueltas en duras balas
ni es posible conocer a ningún John
ni hablar tranquilamente a Mary
Compañeros: un grueso manto repleto de flores
y verdes celajes para cerrar sus ojos para siempre.
Oíd: todos los otros: testigos de esa noche de exterminio
los que nos penetramos con ellos
hacia las puertas de la muerte
los que paseamos banderas encima de carros
cargados de cadáveres
los que corrimos con las venas rebosantes de rabia
dolor y angustia
nosotros, compañeros, que sentimos en la carne
el golpe seco de las balas
el último gemido de los mártires
vamos a gastarnos la existencia para sembrar
de mástiles la tierra...