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Andrea Victoria Cano en él. Comprendió que la meta del desarrollo del individuo en su ser, era la evolución y no lineal sino en espiral, que se va acercando más al centro y cúspide de esa espiral. La finalidad de estos mándalas es presentar una contradicción en el ser y el ego, debido a la ilimitada riqueza de símbolos que contienen, jamás podrá el proceso de individuación abstenerse de símbolos. El símbolo es por un lado, la expresión primitiva de lo inconsciente, y por otro, una idea que corresponde al más alto grado de intuición que pueda ser dado a la consciencia. El Laberinto: La espiral, como estructura, simboliza tanto el camino evolutivo en su sentido de desarrollo necesariamente gradual como la puerta a otras dimensiones, al constituirse en la forma arquetípica por excelencia capaz de intersectar el tiempo lineal y la visión ordinaria de las cosas. A través de la espiral tanto podemos elevarnos como hundirnos, ascender como ser aspirados, morir o nacer a una nueva vida, porque la espiral, a diferencia del círculo quieto, tiene un sentido. Tanto la evolución de las especies como la del alma es un viaje en espiral. En la que divaga el Yo perdido, o deberíamos decir, en forma de laberinto. El laberinto como imagen nos remite de cierta forma a los mándalas, aunque en éstos el individuo se centra mientras lo construye, y en el laberinto, mientras recorre lo ya construido. Un ejemplo de laberinto es nuestra cotidianidad, cuando divagamos en cientos de cosas infructíferas, buscando siempre llegar a un centro, o en 43