Desde la fatídica noche del 30 de diciembre de 2004, en que aconteció la Tragedia de Cromag-nón, el rock no ha dejado de sufrir.
Estamos de acuerdo en que por la seguridad del público, el lugar donde se realiza un recital debe estar correctamente ha-bilitado y controlado por el Estado, pero en 2005, posterior a esa noche en la que murieron mas de 190 pibes, creemos que se produjo un ensaña-miento con los estable-cimientos que brindan su espacio para que las ban-das nacientes puedan mostrarse.
En esos años, posteriores a la tragedia mencionada muchos de estos sitios han debido cerrar sus puertas y otros han teni-do que modificar gran parte de su local para a-daptarse a las antiguas y nuevas normas de segu-ridad.
A todo esto, se suma lo ocurrido en la fiesta elec-trónica "Time Warp", don-de cinco jóvenes murie-ron tras una aparente combinación de drogas y alcohol.
Si bien estos eventos son "de otro palo", para de-mostrar (pre)ocupación desde el Gobierno de la Ciudad, se volvieron a en-durecer los controles en todos los locales noctur-nos.
En esta ocasión, se su-maba una cautelar, que promovida por diversas ONG´s y aprobada por el juez en lo Contencioso, Administrativo y Tributa-rio de la Ciudad, Roberto Gallardo, prohibía la ac-tividad comercial noc-turna donde se escucha-ra música en vivo o gra-bada. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires apeló dicha cautelar, y los locales pudieron con-tinuar su actividad. Sin embargo, los controles y clausuras están a la or-den del día.
La problematica se da no sólo porque el local no puede trabajar una o va-rias noches, sino porque los permisos se solicitan con cierta antelación y aparentemente se otor-gan de palabra, pero lue-go el permiso por escrito no está, y los eventos se terminan cancelando so-bre la hora, a veces inclu-so en el mismo día u ho-ras antes del show.
De esta forma, tanto las bandas, como los dueños de los locales, como los organizadores del even-tos, se ven perjudicados, no sólo por tener que de-volver entradas sino por tener que enfrentar el malhumor del público o no conseguir otra fecha disponible en el mismo lugar u otro similar para reprogramar el show. Y eso sin tener en cuenta que ya se realizó antici-padamente el gasto en publicidad, impresión de entradas y muchas veces en merchandising.
Este tipo de política no discrimina antigüedad ni renombre ni tamaño. Más allá de lugares nue-vos como La Sala, Beat-flow y Bar en Vivo, que se han visto clausurados, también Malavida y Sa-lón Pueyrredón, lugares “under” pero con mucha historia en el medio, su-frieron medidas en con-tra. Recientemente, El Teatro de Flores, Vorterix y Makena tampoco se salvaron y debieron re-programar varios even-tos por “inconvenientes en los plazos administra-tivos”.
Esto quiere decir que los papeles fueron presen-tados y que probable-mente el local tenga to-do en condiciones (esto fue lo que señaló la productora MTS respecto de Flores)