Él
Tiempos violentos se habían vivido no mucho atrás en esas tierras. Así lo recordó. La hoja metálica de su espada reflejaba el sol hacia sus ojos. Ale lo había acompañado por los últimos tres años. Era solo una pequeña niña la primera vez que se encontraron. Recordaba sus ojos llenos de lágrimas, la cara sucia en una mezcla de polvo y la sangre que caía de su labio. Su pelo alborotado encajaba con el desorden del cuarto donde se encontraba. Si no hubiera sido por él quizás ahora ella no estaría aquí. Con un ademán la llamó para que no se alejara. En el ambiente se había inmortalizada la tragedia ahí vivida, como impregnado al aire que por ósmosis se infiltraba en su cuerpo. Si fuera por él no acamparían allí. Pero era tarde, el sol se ocultaría detrás de las montañas en cuestión de minutos. Lo recordaba perfectamente.
Cuando era pequeño su abuelo le había hablado de tiempos lejanos. “Antes no necesitábamos ver el sol para saber qué momento del día era.” Le hubiera servido bastante tener uno de esos aparatos, pensó. Se habían tomado más tiempo del necesario en el arroyo, pero ella estaba tan feliz, no se quería ir; lo sabía. “Tengo que enfocarme”. Normalmente no hubiera cometido ese error. Sabía el peligro que implicaba estar allí afuera por las noches. Lo sabía desde niño. De no haberse demorado hubieran alcanzado a llegar al pueblo sin complicaciones.