El uso de término «populismo»
«Populismo» se usa para designar a la estrategia de las corrientes ideológicas que sostienen la reivindicación del rol del Estado como defensor de los intereses de la generalidad de una población a través del estatismo, el intervencionismo y la seguridad social con el fin de lograr la justicia social y el Estado de bienestar.
En sentido negativo
El populismo con una «significación peyorativa» es el uso de «medidas de gobierno populares», destinadas a ganar la simpatía de la población, particularmente si esta posee derecho a voto, aun a costa de tomar medidas contrarias al Estado democrático. Sin embargo, a pesar de las características antinstitucionales que pueda tener, su objetivo primordial no es transformar profundamente las estructuras y relaciones sociales, económicas y políticas (en muchos casos los movimientos populistas planean evitarlo), sino preservar el poder y la hegemonía política a través de la popularidad entre las masas.
En sentido general, sectores socialistas y comunistas han utilizado el término «populista» para definir a los Gobiernos que ―aun favoreciendo a los «sectores populares» (principalmente a la clase obrera)― no pretenden terminar con el sistema capitalista.
Tanto la economía keynesiana, como una posición crítica de la política exterior de Estados Unidos han sido prácticas sustanciales del populismo latinoamericano, tanto de los años 1930-1950, como la más reciente ola de la «nueva izquierda» de los 2000. En el caso europeo de los 2010, la crítica principal es a la hegemonía y dominio de los intereses políticos alemanes y el sector financiero global.
La crisis de la representación política es una condición necesaria pero no una condición suficiente del populismo. Para completar el cuadro de situación es preciso introducir otro factor: una «crisis en las alturas» a través de la que emerge y gana protagonismo un liderazgo que se postula eficazmente como un liderazgo alternativo y ajeno a la clase política existente. Es él quien, en definitiva, explota las virtualidades de la crisis de representación y lo hace articulando las demandas insatisfechas, el resentimiento político, los sentimientos de marginación, con un discurso que los unifica y llama al rescate de la soberanía popular expropiada por el establecimiento partidario para movilizarla contra un enemigo cuyo perfil concreto si bien varía según el momento histórico ―«la oligarquía», «la plutocracia», «los extranjeros»― siempre remite a quienes son considerados como responsables del malestar social y político que experimenta «el pueblo». En su versión más completa, el populismo comporta entonces una operación de sutura de la crisis de representación por medio de un cambio en los términos del discurso, la constitución de nuevas identidades y el reordenamiento del espacio político con la introducción de una escisión extrainstitucional.
Desde un punto de vista opuesto, los sectores conservadores han utilizado el término «populista» para definir a los gobiernos que presentan los intereses de las clases económicamente más altas (grandes grupos económicos, etc.) como separados y contrarios a los de las más bajas consideradas como una mayoría permanente con intereses homogéneos autoevidentes que no requerirían así del pluralismo político, destruyendo la posibilidad del disenso político y del crecimiento económico por vías privadas.
Según Ylarri, el rasgo más característico del populismo es la construcción de la idea del «pueblo» como agente histórico, depositario de las virtudes sociales de justicia y moralidad y responsable del cambio social, confrontado a «otro» que impide el desarrollo del destino del pueblo.
El filósofo español Fernando Savater en una entrevista recogida en El Confidencial por Javier Caraballo ante la pregunta: ¿Podemos concluir, entonces, que el auge de los movimientos populistas y reaccionarios en Europa son fruto de la miseria y de la ignorancia?, responde estableciendo el siguiente paralelismo:
Son una reacción ante la miseria desde la ignorancia. Y previamente, hay un conjunto de factores que se suman: una crisis económica muy severa, promesas políticas incumplidas e ineficacia en la gestión de esa crisis, bolsas de inmigrantes que desequilibran la idea que se tiene de sí mismos en muchos países… En un entorno así, de forma inmediata surgen los curanderos. Eso es lo que ha pasado, igual que cuando a una persona le diagnostican una enfermedad muy grave y acude al curandero o a Lourdes. Eso es el populismo, el curandero de la política que, ante problemas reales, plantea soluciones ilusorias que nacen y anidan en la ignorancia.
Fernando Savater