El poder del pasado 19
Sin embargo , en eso me convertí , en un simple vestigio de su infancia al que acudía para volver a encontrar las raíces de su gloria .
Le agradezco tanto que no me abandonase , aunque sus gestos hacia mí y su forma de percutir mis teclas ya no fueran tan sutiles como cuando era niño . Ya no era su amigo , sino un siervo más de su triunfo y fama .
Pero mi suerte terminó de oscurecerse una madrugada melancólica y nublosa en la que las gotas de niebla cubrían las hojas de hiedra que trepaban por las paredes de mi hogar . Quería terminar de componer su última sinfonía y me eligió a mí para escribir la partitura .
Yo , el Viejo , contemplé también su muerte ; sin embargo , esas concluyentes notas no sonaron a réquiem . El arpegio final plasmado en el papel quedó inconcluso en mis sonidos y aquella alegre y jubilosa sinfonía terminó en un fuerte , desafinado e inarmónico grito de mis cuerdas .
En ese momento decidieron que la mejor manera de rendirle homenaje al gran maestro era que el piano que le había acompañado durante toda su vida hasta el intenso momento de su muerte luciese en el salón principal del teatro que también lleva su nombre . A partir de ahí todo terminó para mí . Cuarenta años llevo aquí expuesto , refugiado por unos pilares de hierro y unas cuerdas que impiden que pueda volver a crear música , y siempre con el intenso temor de que cuando alguien decida saltarse esas crueles normas y me permita volver a sentirme feliz por medio de lo que un día fui , un creador de sentimientos a través de sonidos , me encierren en un edificio de cristal , aislado , hundido en el más puro vacío y la más injusta soledad .
Hoy ese miedo se ha cumplido , pero por fin he vuelto a sentirme feliz aunque haya sido por unos fugaces instantes .