El patito feo
www.infotematica.com.ar
-Ya no queda más que este huevo, pero tarda tanto… -dijo la pata echada-. No
hay forma de que rompa. Pero fíjate en los otros, y dime si no son los patitos más
lindos que se hayan visto nunca. Todos se parecen a su padre, el muy bandido.
¿Por qué no vendrá a verme?
-Déjame echar un vistazo a ese huevo que no acaba de romper -dijo la anciana-.
Te apuesto a que es un huevo de pava. Así fue como me engatusaron cierta vez a
mí. ¡El trabajo que me dieron aquellos pavitos! ¡Imagínate! Le tenían miedo al
agua y no había forma de hacerlos entrar en ella. Yo graznaba y los picoteaba,
pero de nada me servía… Pero, vamos a ver ese huevo…
-Creo que me quedaré sobre él un ratito aún -dijo la pata-. He estado tanto tiempo
aquí sentada, que un poco más no me hará daño.
-Como quieras -dijo la pata vieja, y se alejó contoneándose.
Por fin se rompió el huevo. “¡Pip, pip!”, dijo el pequeño, volcándose del cascarón.
La pata vio lo grande y feo que era, y exclamó:
-¡Dios mío, qué patito tan enorme! No se parece a ninguno de los otros. Y, sin
embargo, me atrevo a asegurar que no es ningún crío de pavos.
Al otro día hizo un tiempo maravilloso. El sol resplandecía en las verdes hojas
gigantescas. La mamá pata se acercó al foso con toda su familia y, ¡plaf!, saltó al
agua.
-¡Cuac, cuac! -llamaba. Y uno tras otro los patitos se fueron abalanzando tras ella.
El agua se cerraba sobre sus cabezas, pero enseguida resurgían flotando
magníficamente. Movíanse sus patas sin el menor esfuerzo, y a poco estuvieron
todos en el agua. Hasta el patito feo y gris nadaba con los otros.
-No es un pavo, por cierto -dijo la pata-. Fíjense en la elegancia con que nada, y
en lo derecho que se mantiene. Sin duda que es uno de mis pequeñitos. Y si uno
lo mira bien, se da cuenta enseguida de que es realmente muy guapo. ¡Cuac,
cuac! Vamos, vengan conmigo y déjenme enseñarles el mundo y presentarlos al
4