El patito feo
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Los niños querían jugar con él, pero el patito feo tenía terror de sus travesuras y,
con el miedo, fue a meterse revoloteando en la paila de la leche, que se derramó
por todo el piso. Gritó la mujer y dio unas palmadas en el aire, y él, más asustado,
metiose de un vuelo en el barril de la mantequilla, y desde allí lanzose de cabeza
al cajón de la harina, de donde salió hecho una lástima. ¡Había que verlo! Chillaba
la mujer y quería darle con la escoba, y los niños tropezaban unos con otros
tratando de echarle mano. ¡Cómo gritaban y se reían! Fue una suerte que la
puerta estuviese abierta. El patito se precipitó afuera, entre los arbustos, y se
hundió, atolondrado, entre la nieve recién caída.
Pero sería demasiado cruel describir todas las miserias y trabajos que el patito
tuvo que pasar durante aquel crudo invierno. Había buscado refugio entre los
juncos cuando las alondras comenzaron a cantar y el sol a calentar de nuevo:
llegaba la hermosa primavera.
Entonces, de repente, probó sus alas: el zumbido que hicieron fue mucho más
fuerte que otras veces, y lo arrastraron rápidamente a lo alto. Casi sin darse
cuenta, se halló en un vasto jardín con manzanos en flor y fragantes lilas, que
colgaban de las verdes ramas sobre un sinuoso arroyo. ¡Oh, qué agradable era
estar allí, en la frescura de la primavera! Y en eso surgieron frente a él de la
espesura tres hermosos cisnes blancos, rizando sus plumas y dejándose llevar
con suavidad por la corriente. El patito feo reconoció a aquellas espléndidas
criaturas que una vez había visto levantar el vuelo, y se sintió sobrecogido por un
extraño sentimiento de melancolía.
-¡Volaré hasta esas regias aves! -se dijo-. Me darán de picotazos hasta matarme,
por haberme atrevido, feo como soy, a aproximarme a ellas. Pero, ¡qué importa!
Mejor es que ellas me maten, a sufrir los pellizcos de los patos, los picotazos de
las gallinas, los golpes de la muchacha que cuida las aves y los rigores del
invierno.
Y así, voló hasta el agua y nadó hacia los hermosos cisnes. En cuanto lo vieron,
se le acercaron con las plumas encrespadas.
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