el newsletter de la camada 87 octubre 2013 | Page 7
Esa noche tenía un asado en lo de Félix Lacroze, amigo mío de toda
la vida, que es primo de Marcos Monpelat, que también estaba,
recién llegado de Chile, junto a Juan Minvielle, Martín Tezanos y el
Gordo Blas, todos invitados al asado. Vinito de por medio (por
supuesto), llegando al ?nal, les comenté la “apretada” que me había
comido al mediodía, por parte de Roger, pero siempre destacando
lo groso del proyecto que había encarado hace un tiempo, y la
forma agresiva y positiva de obligar a la gente a involucrarse.
Como se imaginarán, intercambiamos comentarios varios y demás,
pero al día siguiente, cuando llegué a la o?cina, me quería morir.
Ese día tenía que estar muy temprano para presentar unas cosas
para mandar a Alemania, y cuando encendí la computadora, me
encontré con un mail, que me marcó a fondo.
Mientras lo leía, se me caían las lágrimas, a punto de que la mina
que limpiaba me ofreció un café, y cuando me lo trajo, me preguntó
si estaba bien, a lo que le dije que estaba leyendo un mail de unos
amigos. Es sorprendente cómo, de un problema original, pueden
desencadenarse muchas cosas increíbles. Me di cuenta que detrás
mío hay un grupo de amigos extraordinarios, que uno a veces no se
da cuenta, hasta que te lo hacen ver con tanta crudeza, simpleza y
buena onda.
Transcribo ese mail tal y como lo recibí, sin haber pedido permiso
para hacerlo, pensando que nadie se va a ofender; en mi opinión,
esto es lo que resalta la calidad humana de mis amigos, un
verdadero “estar ahí”, cuando más los necesitamos. Va el mail: