Entré al Newman en tercer año, después de que se fueron
varios y quedaron algunas vacantes. Hasta que entré al
Newman yo sólo había cursado tercer y cuarto grado en
Argentina, en un colegio de Olivos, chiquito, laico y mixto.
Los demás años los hice en distintos destinos que tuvo mi
padre diplomático, todos colegios mixtos, laicos y en inglés.
Arribé al colegio porque en México conocí a la familia
McCluskey que eran re-Newman, y me hablaban maravillas.
Me pareció buena idea entrar. Además tenía ganas de
exponerme un poco a la religión que hasta ese punto en mi
vida no tenía protagonismo alguno.
Para ser completamente franco, llegué al Newman y no
entendía un carajo de lo que estaba pasando, ni siquiera el
idioma. Hasta el día de hoy hay ciertas expresiones que se
usaban en los ochentas que sigo sin entender
(“talamasa” ¿?). Nunca escuché esa expresión fuera del
Newman.
Mi primer día en el colegio, un flaco del “A” que no me
acuerdo quién era, en un intento de socializar con “el nuevo”
me preguntó algo en la clase de computación. Tenía una
plantación de papas en la boca. Creo que me repitió la
pregunta cuatro veces y yo seguía diciendo ¿qué?, hasta
que desistió con una mirada de ¿de dónde salió este pibe?