el newsletter de la camada 87 marzo 2014 | Page 17

se mostraba seguro, como si tuviera la intuición de cuál era el lugar, pero no podía encontrar un camino directo. El tercer día parecía que no tendría novedades, yo sentía que caminábamos en círculos sin sentido, hasta que, en un momento, el baqueano se detuvo, y me señaló con la mano hacia un punto que se diferenciaba del resto. Era pura maleza, ¿qué era tan diferente?, pensé. “Ahí está”, indicó. Miré y no vi nada, pensé que el baqueano se habría fumado algo, o que la espesura del verde, o la niebla habían afectado su sentido de la visión, hasta que, tras un rato con la mirada fija en la dirección que señalaba, enfoqué algo, me concentré aún más, y pude distinguir el ala de un avión, clavada en un árbol. el avión, en medio de la selva