Siendo obispo le devolvía al diariero, todos los meses, las
gomitas con que enrollaba los diarios y cuando lo eligieron
Papa lo llamó para suspender el diario; se dejaba fotografiar
con gente que estaba amenazada para cuidarlos; pasaba
Navidad, Pascuas y fines de semana con los curas viejitos y
nadie lo sabía; se aparecía en las villas o barrios pobres ,a
celebrar misa y se quedaba a comer o tomar mate con la
gente, y nadie lo sabía.
Ya siendo Papa, notó que uno de los guardias Suizos se
había quedado toda la noche haciendo guardia. Le acercó
una silla y le pidió al guardia que se sentase. Volvió un ratito
más tarde con un sándwich que él mismo había preparado.
Eligió vivir en Santa Marta, hospedaje para sacerdotes de
paso por Roma, en lugar del Palacio Vaticano. Cuando un
chiquito le preguntó en público si era porque le molestaba el
lujo del Vaticano, respondió “no te imagines que es lujoso, es
por mi carácter. Yo necesito estar en contacto con la gente.
No me gusta estar solo”. Prefiere viajar en colectivo, con el
resto de los cardenales, que tener auto con chofer.
No debe sorprender con todos estos gestos el nombre que
eligió por San Francisco de Asís, a quien Dios pidió que
reconstruyera su iglesia. El pobre de Asís que vivió con
enorme sentido de fraternidad, de amor a la creación y todas
sus creaturas. Eligió como fecha de inicio del pontificado el
19 de marzo, día de San José, Patrono de la Iglesia y de la