editorial
Francisco, por Francisco.
Es miércoles y recibo mail de Andy: “Fran, necesito tu ayuda.
¿Te podés escribir una reflexión sobre el año del Papa
Francisco?”. Sigo leyendo. “La necesito para este fin de
semana (…) Perdón por el rush”.
Huy, ¡qué momento!, pensé. Justo a Andy que, como diría
Adrián, no se qué tomó, pero no para de ayudar en cuanta
cosa le pidan, ¿cómo le voy a decir que no?
Enseguida se me ocurrió pasar mi responsabilidad a otros y
le contesté: “Todo resuelto, Andy, les escribí a las sobrinas
del Papa, a quienes conozco, y les pedí que se escriban
algo”. Casi refregué las manos a lo Poncio Pilato. Al día
siguiente, me contesta una de las sobrinas: “Fran, tratamos
de no opinar ni escribir nada de nuestro tío. El bajo perfil es
nuestro lema, así ayudamos al tío en su tarea, que de por sí,
no es fácil (…)”.
Entendí el mensaje. Es más, me gustó que me hubieran
podido decir que no, más aún por el motivo que esgrimieron.
Entonces pensé en escribirle a la Beta Piqué, corresponsal