el newsletter de la camada 87 abril 2014 | Page 19
Doctor con lágrimas en los ojos”, y yo le dije: “mi viejo me
acaba de dar el primer abrazo del que pueda acordarme!”. Yo
tenía 40 años, él 80. Me duplicaba la edad. Y ahí mi mujer dijo
una enorme verdad: “entonces sí que valió la pena el viaje”.
Los Pumas perdieron, no fueron ni la sombra de aquel equipo
del 2007, pero igual ganamos. Yo, personalmente, siento que
gané ese abrazo que nunca voy a olvidar.
De ahí en más, (ya pasaron cuatro años de aquel viaje), no
hay reunión familiar donde no recordemos cada detalle de
nuestra epopeya juntos. Nos reímos de cada boludez, que es
realmente increíble. Las minas nos miran con impotencia,
porque no entienden nada, porque hay cosas que sólo
entienden los grandes amigos, los grandes hermanos, o los
grandes primos. Cosas que, como ciertos abrazos, quedan
para siempre entre padre e hijo.
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