El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 79

¨El Misterio de Belicena Villca¨ Lámpara Perenne; y que esa Flama danzante era Pyrena, era Frya, la Esposa de Navután, expresando con su baile el Secreto de la Muerte. Apenas comenzado el siglo IV, tres pueblos bárbaros se lanzan al asalto de España: dos son germanos, los suevos y los vándalos, y otro, el de los alanos, iraní. En el reparto que hacen, a los alanos les toca ocupar la Lucitanía y parte de la Bética, incluida la región de la Villa de Turdes: llegan en el 409 y, en los ocho años que consiguen sostenerse en la región, su presencia se reduce al usufructúo en provecho propio de los impuestos correspondientes a los funcionarios romanos y al periódico saqueo de algunas aldeas. Para hacer frente a la invasión, el General romano Constancio, en nombre del Emperador Honorio, contrata al Rey Valia de los visigodos mediante un foedus firmado en el año 416: por este tratado los visigodos se comprometen a combatir, en calidad de federados del Imperio, contra los pueblos bárbaros que ocupan España, recibiendo a cambio tierras para asentarse en el Sur de la Galia, en la terraconense y en la narbonense. Los alanos son así rápidamente aniquilados, en tanto que los vándalos todavía realizan incursiones a la Bética por unos años hasta que finalmente abandonan la península rumbo al África. Cuando en el 476 el eskiro Odoacro depuso al Emperador Romano Augústulo, dando fin al Imperio Romano de Occidente, hacía ya cinco años que el Rey Eurico de los visigodos había ocupado España. Esta vez, los visigodos ingresaron para acabar con los suevos, en cumplimiento del foedus del año 418, pero ya no se irían durante los siguientes doscientos cincuenta años. La presencia permanente de los visigodos en España no afectó de manera determinante la vida de los hispano romanos, salvo en el caso de los propietarios de grandes latifundios que se vieron obligados por el foedus a repartir sus tierras con los “huéspedes” germanos. Tal era el caso de los Señores de Tharsis, al tener que hospedar a una familia visigoda de nombre Valter y cederle un tercio de la terra dominicata y dos tercios de la terra indominicata. Pero, luego de esta expropiación, que constituía un justo pago por la tranquilidad que aseguraba la presencia visigoda frente a las recientes invasiones, todo continuaba igual a los días del Imperio Romano: sólo el destino de los impuestos había cambiado, que ya no era Roma sino la más cercana Toledo; el monto y la periodicidad de la exacción, y hasta los funcionarios recaudadores, eran los mismos que en el Imperio Romano. Tres cuestiones fundamentales separaban desde un principio a los visigodos y a los hispano romanos: Una ley que prohibía los casamientos entre godos e hispano romanos, la diferencia religiosa, y la desproporción numérica entre ambos pueblos. La primera cuestión se solucionó en el año 580 con la anulación de la ley, quedando levantada la barrera que impedía fusionarse a los dos pueblos: a partir de entonces, la familia Valter se integra con varios casamientos a la Casa de Tharsis, quedando restituido el primitivo patrimonio de los Señores de Tharsis. La España del Bajo Imperio Romano 79