El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 63
¨El Misterio de Belicena Villca¨
partimos del principio erróneo de que entonces nadie creía en él o de que todo el mundo,
aunque le concediese veracidad “legendaria”, sabía que ello “ya había ocurrido”. Pensar eso
demostraría no conocer la ideología de los Golen. Junto con su revolucionaria concepción de
la unidad de Dios en el Sacrificio ritual, los Golen sustentaban el asombroso concepto de que
los Mitos tenían carácter profético. Vale decir, que los Mitos, y todo argumento procedente
del Cielo o de los Dioses, jamás se cumplen del todo, jamás están realizados totalmente.
Tenían fe ciega en que si se repetían las circunstancias y los personajes, el Mito, como una
Profecía, se iba a desarrollar nuevamente en la Tierra ; en síntesis, afirmaban:
Lo que fue, eso será;
lo que se hizo, eso mismo se hará:
nada nuevo hay bajo el sol.
De manera que, a juicio de los Golen, si se profetizaba el Mito del Perseo argivo éste se
iba a cumplir infaliblemente: entonces la sentencia de exterminio que pesaba sobre la Casa de
Tharsis quedaría también cumplida.
Por supuesto, no hay que engañarse con respecto a la actividad de un Mito descripto
hasta en sus menores detalles: si bien en las mentes crédulas del pueblo, Perseo y Medusa,
eran imaginados como personajes reales, los Reyes y jefes militares que ambicionaban el
botín de Tartessos tenían en claro que se trataba de representaciones; en los siglos de la
expansión tartesia, los que deseaban “emular a Perseo”, por ejemplo, sabían muy bien que la
“Cabeza de Medusa” que debían cortar significaba “destruir a Tartessos”; algo semejante
ocurría cuando en las guerras del siglo XIX se proponía “destruir al Oso”, aludiendo a “la
conquista de Rusia”, o “humillar al León”, en lugar de “someter a Inglaterra”. Sin embargo, el
hecho de que un Rey estuviese al tanto del sentido alegórico del Mito, no le resta a éste
capacidad de actuar sino que, por el contrario, aumenta sus posibilidades de concretarse
realmente: el que adopta inteligentemente el papel de personaje del argumento mítico,
interpreta a la descripción del Mito como una especie de plan o proyecto a realizar; pero
entonces no es el personaje quien actúa para realizar el proyecto del Mito sino el Mito el que,
inconscientemente, motoriza al personaje para concretar el argumento: quien aspire a ser
Perseo, acabará cortando la cabeza de Medusa, aunque crea que podrá auto-controlarse
porque conoce el significado alegórico del personaje.
Así pues, Dr. Siegnagel, los Golen “dirigieron contra Tartessos el Mito de Perseo” como
reacción a la expansión económica y militar que se desarrollaba fuera de su control y frustraba
todos sus planes: la respuesta es ahora clara. Durante los siglos posteriores muchos serían
los “Perseos” que intentarían la hazaña de conquistar Tartessos; y casi siempre, integrando las
expediciones guerreras, guiando a los Reyes invasores o a los Jefes piratas, llegaba el Golen,
caricatura de Hermes que señalaría la morada de las Grayas y la ubicación del Ojo único, es
decir, de la Espada Sabia. Porque los Golen no olvidarían nunca su objetivo principal: robar la
Piedra de Venus. Esa sería su parte del botín: todo lo demás, el oro y la plata, los muelles,
barcos y prósperas ciudades, todo sería para el Perseo vencedor, para el “héroe” del Pacto
Cultural. No era mucho lo que solicitaban y no serían pocos los que responderían a sus
intrigantes propuestas. Empero, pese a esta ofensiva que se fundaba en la acción universal de
un Mito y que obligaba a los tartesios a vivir en permanente estado de guerra, el Reino se
defendió con éxito hasta el siglo III, época en que su poderío comenzó a declinar frente a otras
potencias nacientes: Cartago, Grecia y Roma escribirían el final de la historia.
Los griegos del período preclásico fueron muy receptivos a la Estrategia de los Golen y
ello los condujo a emprender muchas expediciones de conquista contra Tartessos: desde sus
pujantes colonias en Sicilia, Italia, Galia, y, finalmente, en la misma España, habrían acabado
con Tartessos si no fuese porque debían cuidar sus espaldas del creciente poder de Roma.
Los romanos, en cambio, se mostraron siempre amistosos con los tartesios y poco permeables
a la influencia de los Golen: ello no debe extrañar si se recuerda que por las venas de la
nobleza romana circulaba la sangre de los pelasgos de Etruria, parientes directos de los
tartesios. El destino no reservaría, pues, ni a griegos ni a romanos la “hazaña” de destruir
Tartessos. Sería un hombre de Cartago, un fenicio, un rojo o púnico, el nuevo Perseo que
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