El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 49

¨El Misterio de Belicena Villca¨ castillo Templario al cual me referiré más adelante. Numerosas cadenas de sierras menores se extienden más al Sur: una de ellas es la de Río Tinto, de donde proviene el río del mismo nombre; otra es la de Catochar, asiento de las principales minas de la Casa de Tharsis. Los ríos Tinto y Odiel descienden hacia el Golfo de Cádiz y confluyen, pocos kilómetros antes de la costa, formando una ancha ría. En la franja de terreno que queda entre ambos ríos, sobre la desembocadura del Odiel, se asienta desde la Antigüedad la ciudad fluvial y marítima de Onuba, hoy llamada Huelva. Y a unos veinticinco kilómetros de Onuba, Odiel arriba, se encontraba la antiquísima ciudadela de Tharsis, en las cercanías de la actual villa Valverde del Camino. El río Tinto, o Pinto, recibe ese nombre porque sus aguas bajan rojizas, teñidas por el mineral de hierro que recoge en la sierra Aracena. El Odiel, en cambio, siempre fue un río sagrado para los iberos y por eso lo identificaban con la más importante Vruna, la que designa el Nombre de Navután, el Gran Jefe de los Atlantes blancos. Al parecer, Navután significaba Señor (Na) Vután, en la lengua de los Atlantes blancos; los distintos pueblos indogermanos que participaron del Pacto de Sangre, pero luego cayeron frente a la Estrategia del Pacto Cultural, concluyeron que se trataba de un Dios y le adoraron bajo diferentes Nombres, todos derivados de Navután: así, se le llamó Nabu (de Nabu-Tan); Wothan (de Na-Vután, Na- Wothan); Odán u Odín (de Nav-Odán, Nav-Odín); Odiel u Odal (de Nav-Odiel, Nav-Odal); etc. Cinco kilómetros al Norte de la ciudadela de Tharsis, en el sistema de la sierra Catochar, se halla el monte Char, nombre que significaba Fuego y Verbo en diversos dialectos iberos. En su cima existía un bosque de Fresnos que era venerado por los iberos en memoria de Navután: allí los Atlantes blancos habían erigido un enorme meñir señalado con Su Vruna. Lo habían plantado en el centro del bosque, en un sitio que, extrañamente, estaba poblado por un pequeño grupo de manzanos. En los días de los Señores de Tharsis, sólo sobrevivía uno de aquellos manzanos, y nadie sabía explicar si los otros habían desaparecido por causas naturales o por el talado intencional. El que quedaba estaba plantado a unos veinte pasos del meñir y se veía a todas luces que se trataba de un árbol varias veces centenario. 49