El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 478
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Infierno. ¡Vos sois un Guerrero del Cielo y del Infierno, un Hombre de Honor, y sabréis
cómo sacarnos de aquí!– Tal convicción, obvio es aclararlo, me impresionó profundamente.
– ¿Estamos en el Infierno? ¡Sí que hemos llegado lejos! –Comentó Von Grossen con
ironía–. Es posible entonces que el hijo de puta de Schaeffer se encuentre próximo, ya que
éste es el lugar más apropiado para él.
Por supuesto, nadie imaginó que la chanza de Von Grossen correspondía a la más
estricta realidad: el traidor y la expedición alemana se hallaban cerca, muy cerca de allí. Sin
embargo el viaje no se reanudó hasta la mañana siguiente, por iniciativa mía. Deseaba que
todos descansasen y busqué excusas triviales para justificar la parada. Expliqué, al ya no tan
apresurado Standartenführer, que necesitaba “reflexionar” sobre lo visto y oído, y revisar las
órdenes de los perros daivas. Y creo que por primera vez en el viaje, desde Bután, todos
agradecieron internamente tener que perder un día en el Umbral del Valle de los Demonios
Inmortales.
La camaradería no es un vínculo cuantificable, una relación mensurable, una razón entre
compañeros. No es un mero nexo afectivo, como la amistad, sino coincidencia espiritual,
identidad de ideales que se realizan simultáneamente. La camaradería es determinada por
instantes absolutos: el tiempo y el espacio del hecho; pero carece de dimensión temporal
extensiva; vale decir, la camaradería no admite categoría de duración, es inconcebible un
Camarada permanente, como un amigo. La camaradería produce Camaradas del acto, de la
circunstancia coincidente; implica el encuentro de dos o varios, en un mismo instante, con un
ideal común que se concreta. La amistad, por el contrario, es temporalmente extensa y
espacialmente limitadora y abarcante; consiste en un grueso nexo sentimental, casi
mensurable, que une a las personas con independencia del hecho en el que participan. La
amistad es independiente de toda norma ética porque brota del corazón, como toda relación
afectiva. En la camaradería, por el contrario, siempre está presente el Honor. Se exige no
cuestionar la conducta moral de un amigo; es obligación, en cambio, observar la actitud ética
de un Camarada: Se podría traicionar a la patria, con ayuda de un amigo. Pero sólo es
posible morir por la patria, con ayuda de un Camarada
De la oposición entre la amistad, afectiva, y la camaradería, espiritual, surge con claridad
por qué el traidor consigue extender su traición en el tiempo, “para siempre”, análogamente a
la amistad, y por qué el héroe debe demostrar su valor en el acto de un instante, instante que
el Honor, y la ética de la humildad, obligan a olvidar posteriormente: ese instante del héroe,
que lleva implícito todo el valor en el acto de su ocurrencia, es la instancia absoluta de los
Camaradas, la coincidencia perfecta de los que van a luchar a favor del mismo ideal. Porque, y
la aclaración es evidente, el instante del héroe es un tiempo propio de Kshatriyas, de
Guerreros, es decir, de Camaradas.
En una trinchera, están refugiados un jefe y diez soldados. De pronto cae adentro una
mortífera granada. Un soldado se arroja sobre ella y amortigua la explosión con su cuerpo: ha
muerto pero ha salvado a todos los demás; es un héroe. Hay que advertir, en este ejemplo,
que el héroe, en su instancia absoluta, es el líder carismático del grupo. Observemos bien: se
trata de un ejército profesional, existen jerarquías y grados militares, superiores y
subordinados, jefes y soldados. Sin embargo esa organización exterior, ese orden superficial,
no cuenta frente a la Muerte imponderable; las fuerzas internas del orden humano son
impotentes para oponerse a la potencia disolvente de la Muerte. Al caer la granada, en la
trinchera, sólo son reales la Muerte y los hombres que van a morir: en ese instante de terror no
hay superiores y subordinados, jefes y soldados, sino hombres que van a morir. Pero alguien
decide oponerle el cuerpo a la Muerte. Lo piensa en un instante y lo decide: él detendrá a la
Muerte, no la dejará pasar más allá de sí. No es un suicidio: es un acto de entrega de la propia
vida en favor de un ideal. “Muero para que triunfen ellos”.
Primer acto: Cae la granada en la trinchera y la granada es la Muerte: frente a Ella, un
grupo de hombres va a morir.
Segundo acto: Un hombre se levanta desde su propia humanidad y decide “morir él solo y
salvarlos a ellos”, “para que triunfen ellos”. Y quien así obra no es ni jefe ni soldado, pues el
valor no requiere jerarquías, sino el héroe. He aquí el milagro: un soldado se apodera de la
instancia absoluta y deja de ser soldado para convertirse en héroe. Y ya no hay jefes ni
soldados, ni siquiera hombres que van a morir, sino el héroe y sus Camaradas
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