¨El Misterio de Belicena Villca¨
Clave Primera” y, aunque tenía como superiores inmediatos a Schellemberg y Heydrich, para esta misión fue puesto bajo el mando directo del Reichführer Himmler. Se había adelantado hacía ya muchos meses y mantenía, de algún modo extraño, bajo permanente observación a la caravana de Ernst Schaeffer. Tenía fama de hombre inteligente y rudo. También había sido policía, como mis asistentes Kloster y Hans, revistando varios años en la Gestapo de Baviera. Más luego solicitó el pase al S. D. exterior para hacer valer su doctorado en Historia. Era experto en Historia y Geografía del Asia, además de especialista en tácticas de despliegue rápido, conocimientos que explican por qué el Reichführer Himmler lo eligiera para comandar la Operación Clave Primera.
Tres días después salimos de Dacca hacia el Norte, tomando por un camino que bordea la orilla izquierda del Brahmaputra hasta Bonarpara y luego se desvía en dirección a Rangpur, la residencia del Rajá de Assam. Nos hallábamos en otoño de 1938 y el clima agobiante de esas regiones pantanosas, surcadas por incontables ríos y sólo aptas para el cultivo del arroz, nos hacían desear el ascenso a las zonas altas y frías de Bután. Los dos Hauptsturmführer, Hans Lechfeld y Kloster Hagen, marchaban al frente, precedidos por quince porteadores arios puros, de Raza holita, con todo el cargamento; Yo cerraba la columna. Exhibíamos sólo tres fusiles Máuser de la Primera Guerra Mundial, armas acordes con nuestra supuesta profesión de comerciantes, en tanto ocultábamos entre las ropas las pistolas Luger de servicio y en las mochilas las temibles metralletas Schmeisser.
Acampamos un día en los montes Garro y cruzamos el Assam sin detenernos más que lo indispensable. Pronto nos encontramos a más de 2.000 Mts. de altura, alegrándonos de dejar atrás las regiones tropicales, infestadas de animales salvajes y por los no menos salvajes bandidos de las tribus angka, michi, dafla, abors, etc. Una senda que serpenteaba por la ladera oriental del Himalaya nos conducía lentamente hacia el Bután.
En la aldea de Taga Dzong nos recibieron con gran alborozo, como si fuésemos embajadores de alguna potencia occidental, lo que nos causó gran contrariedad pues no deseábamos llamar la atención de los ingleses ni de ningún verdadero diplomático de la nación que fuese. Sin embargo, el misterio pronto se aclaró, al comprobar que dos enviados de Von Grossen esperaban nuestra llegada desde hacía meses para guiarnos hasta Punakha: eran dos lopas, funcionarios del Deb Rajá de Bután.
Acompañados por los delgados pero vigorosos lopas, también de Raza aria, atravesamos numerosos valles pequeños, enclavados entre cordilleras de enorme altitud. Tras cada escalón de la ladera himaláyica ascendíamos cientos de metros, no siendo infrecuentes los pasos, o dvaras, de 4 ó 5 mil metros. Los lopas hablaban bodskad, la lengua tibetana que Yo, como Ostenführer, comprendía perfectamente. En el dialecto de Jam nos explicaron que no iríamos directamente a Punakha pues allí, junto al Deb Rajá, se hallaba una guarnición inglesa: Karl Von Grossen estaba en un monasterio cercano, bajo la protección del jefe espiritual del País, el Dharma Rajá.
Al fin, arribamos al monasterio taoísta, construido sobre un monte cubierto por nieves eternas y desde el cual partía un escabroso sendero, sólo apto para peatones, que atravesaba el Himalaya y conducía al Tíbet. Von Grossen y su ayudante nos salieron al encuentro. – ¡ Heil Hitler! Temía que no llegasen a tiempo – nos dijo por todo saludo. – ¡ Heil Hitler! – Respondí – El Hauptsturmführer Doktor Kloster Hagen y el Hauptsturmführer Doktor Hans Lechfeld, – presenté a mis acompañantes – y Yo, Sturmbannführer Kurt Von Sübermann. ¡ Sieg Heil, main Standartenführer Von Grossen me observó atentamente, con curiosidad científica. – ¿ Así que Ud. es el misterioso Iniciado de quien puede depender el Destino del Tercer
Reich? – Se preguntó con asombro – ¡ Me lo imaginaba de otra forma! – ¿ Cómo? – exclamé, perturbado por la indiscreta franqueza del Standartenführer. – No lo tome a mal – dijo sonriendo por primera vez – pero es que aquí se ha hablado mucho de Ud., quizás más que en Alemania. Ud. sabe: esta gente tiene facultades psíquicas muy desarrolladas y durante varias semanas le han captado mientras se aproximaba. ¡ No exageraría en lo más mínimo si le afirmo que todo el Tíbet espiritual conoce en este momento su llegada a Bután! Pues bien, Von Sübermann: ha sido Ud. observado psíquicamente y descripto de muy diversas formas, de allí mis dudas. Hay quienes sostienen que es Ud. un Gran Santo, y otros, por el contrario, que hacen de Ud. un terrible Guerrero. – Nuevamente, la
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