¨El Misterio de Belicena Villca¨
Papá había venido de Egipto especialmente para asistir a la graduación, siendo invitado por Rudolph Hess para concurrir a una fiesta a celebrarse esa noche en la Cancillería. Sería ésta, a mi juicio, la oportunidad esperada para aclarar muchas incógnitas.
A las 10 en punto de la noche subimos las escaleras de mármol de la Cancillería. Papá, elegantemente vestido de jaquet, y Yo, con el uniforme de las Hitlerjungen, no desentonábamos entre la numerosa concurrencia que ya llenaba el gran Salón del Águila, formando distintos corrillos rumorosos de voces y de risas. Atravesamos el salón en dirección al gigantesco hogar de mármol tallado, buscando a Rudolph Hess, mientras sobre nuestras cabezas una araña de colosales dimensiones derramaba torrentes de luz, suavemente amortiguada por miles de piezas de cristal de Baccarat. Nunca había visto tanta gente distinguida e importante junta. Estaban allí todos los líderes de la Nueva Alemania, el Dr. Goebbels, el Mariscal Goering, el Reichführer Himmler, Julius Streicher,... En un rincón apartado distinguimos a un grupo formado por Rosenberg, Rudolph Hess y Adolf Hitler. Papá, temiendo interrumpir una conversación reservada, me indicó que aguardáramos a unos pasos de distancia, mientras bebíamos una copa de champagne que solícitos mozos nos habían alcanzado.
Al cabo de un momento, Rudolph Hess reparó en nosotros y, luego de cambiar una palabra con el Führer, se acercó sonriente. – ¿ Cómo están Reinaldo, Kurt? – dijo –. Vengan que les presentaré al Führer. Era la primera vez que veía de cerca a Adolf Hitler, honor poco frecuente para un estudiante extranjero, y aunque venía preparado sabiendo que el Führer estaría en la fiesta, no se me había ocurrido que seríamos presentados. – Adolf: el Barón Reinaldo Von Sübermann – dijo Rudolph. El Führer saludó a Papá dándole la mano efusivamente pero sin pronunciar palabra. – Mein patekind Kurt Von Sübermann – continuó Rudolph –. Flamante egresado del
NAPOLA, piloto y soldado polígloto, futuro Ostenführer de la Waffen. No pude evitar ruborizarme por la elogiosa presentación del Taufpate Hess. El Führer estiró la mano, mientras me clavaba una mirada helada en los ojos. Sentí que una corriente eléctrica me corría por la columna vertebral, al tiempo que una especie de vacío estomacal cosquilleaba a la altura del ombligo. Fue una sensación de un instante, pero de un efecto terrible. Aquella mirada, y el contacto de la mano del Führer, habían obrado como un agente ácido en un cubo de leche, descomponiendo y disolviendo mi estado de ánimo. Fue un instante, repito, un sólo instante en el cual me sentí explorado por dentro.
Ya recompuesto observé con sorpresa que – algo inusual en él – una sonrisa enigmática se dibujaba en la cara del Führer.
– ¿ De Egipto, eh? – Dijo Hitler –. Adoro Egipto, tierra maravillosa que fascinó a Napoleón y que ha producido un Camarada invalorable como Rudolph.
Rosenberg que a todo esto ya había sido presentado, observaba la escena con expresión divertida.
– Al verlo a Ud. joven Kurt – continuó Hitler – verifico que no es casualidad lo de Rudolph. Egipto es realmente un“ Centro de Fuerza Espiritual”; el enigma de la Esfinge aún tiene vigencia. Ustedes son la prueba – nos tomó a Rudolph Hess y a mí, de un brazo a cada uno – de que un Orden Superior guía el destino de Alemania. Dos germanos-egipcios, que han respirado los efluvios gnósticos de Alejandría y El Cairo, conducidos por los Superiores Desconocidos hasta aquí, para poner vuestra gran capacidad espiritual al servicio de la causa Nacionalsocialista.
Al verlos – siguió diciendo el Führer – comprendo lo Sagrada que es la tarea que hemos tomado sobre nuestros hombros, al fundar el Reich de los mil años. Nuestra causa no es sólo el mejor ideal por el que puede vivir y morir un germano, es también la causa de la libertad de la humanidad, de la lucha por salvar al mundo de las fuerzas oscuras, del combate final contra los elementalwesen 23...
Rosenberg y Papá asentían con la cabeza a cada afirmación del Führer, quien continuaba vertiendo conceptos místicos sin permitir que nadie interrumpiera su monólogo. Me distraje
23 Elementalwesen seres elementales demoníacos que atacan a los héroes en la saga de los Edda.
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