El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 35
¨El Misterio de Belicena Villca¨
el eje de la existencia del pueblo nativo y todo le estaría subordinado en importancia; todo, al
fin, debía ser sacrificado por el Culto: en primer lugar la Sangre Pura de los pueblos aliados a
los Atlantes blancos. Era parte de la misión, una obligación del Pacto Cultural: la Sangre Pura
derramada alegraba a los Dioses y Ellos reclamaban su ofrenda. Por eso los Sacerdotes
Iniciados debían ser Sacrificadores de la Sangre Pura, debían exterminar a los Guerreros
Sabios o destruir su herencia genética, debían neutralizar el Pacto de Sangre.
Hasta aquí he descripto las principales características de los dos Pactos. No pude evitar el
empleo de conceptos oscuros o poco habituales pero tendrá que comprender, estimado Dr.,
que carezco del tiempo necesario para entrar en mayores detalles. Sin embargo, antes de
continuar con la historia de mi pueblo y mi familia, haré un comentario sobre las
consecuencias que las alianzas con los Atlantes trajeron a los pueblos nativos.
Si en algo descollaron en la Historia las castas sacerdotales formadas por los Atlantes
morenos, aparte de su fanatismo y crueldad, fue en el arte del engaño. Hicieron, literalmente,
cualquier sacrificio si éste contribuía a la preservación del Culto: el cumplimiento de la misión,
ese Alto Propósito que satisfacía la Voluntad de los Dioses, justificaba todos los medios
empleados y los convirtió en maestros del engaño. Y entonces no debe extrañar que muchas
veces simulasen ser Reyes, o se escudasen detrás de Reyes y Nobles, si ello favorecía sus
planes; pero esto no puede confundir a nadie: Reyes, Nobles o Señores, si sus actos
apuntaban a mantener un Culto, si profesaban devota sumisión a los Dioses de la Materia, si
derramaban la Sangre Pura o procuraban degradarla, si perseguían a los Sabios o afirmaban
la herejía de la Sabiduría, indudablemente se trataba de Sacerdotes camouflados, aunque sus
funciones sociales aparentasen lo contrario. El Principio para establecer la filiación de un
pueblo aliado de los Atlantes consiste en la oposición entre el Culto y la Sabiduría: el
sostenimiento de un Culto a las Potencias de la Materia, a Dioses que se sitúan por arriba del
hombre y aprueban su miserable existencia terrenal, a Dioses Creadores o Determinadores del
Destino del hombre, coloca automáticamente a sus cultores en el marco del Pacto Cultural,
estén o no los Sacerdotes a la vista.
Opuestamente, los Dioses de los Atlantes blancos no requerían ni Culto ni Sacerdotes:
hablaban directamente en la Sangre Pura de los Guerreros, y éstos, justamente por escuchar
Sus Voces, se tornaban Sabios. Ellos no habían venido para conformar al hombre en su
despreciable condición de esclavo en la Tierra sino para incitar al Espíritu humano a la
rebelión contra el Dios Creador de la prisión material y a recuperar la libertad absoluta en el
Origen, más allá de las estrellas. Aquí sería siempre un siervo de la carne, un condenado al
dolor y al sufrimiento de la vida; allí sería el Dios que antes había sido, tan poderoso como
Todos. Y, desde luego, no habría paz para el Espíritu mientras no concretase el Regreso al
Origen, en tanto no reconquistase la libertad original; el Espíritu era extranjero en la Tierra y
prisionero de la Tierra: salvo aquél que estuviese dormido, confundido en un extravío
extremo, hechizado por la ilusión del Gran Engaño, en la Tierra el Espíritu sólo podría
manifestarse perpetuamente en guerra contra las Potencias de la Materia que lo retenían
prisionero. Sí; la paz estaba en el Origen: aquí sólo podría haber guerra para el Espíritu
despierto, es decir, para el Espíritu Sabio; y la Sabiduría sólo podría ser opuesta a todo Culto
que obligase al hombre a ponerse de rodillas frente a un Dios.
Los Dioses Liberadores jamás hablaban de paz sino de Guerra y Estrategia: y entonces la
Estrategia consistía en mantenerse en estado de alerta y conservar el sitio acordado con los
Atlantes blancos, hasta el día en que el teatro de operaciones de la Guerra Esencial se
trasladase nuevamente a la Tierra. Y esto no era la paz sino la preparación para la guerra.
Pero cumplir con la misión, con el Pacto de Sangre, mantener al pueblo en estado de alerta,
exigía cierta técnica, un modo de vida especial que les permitiese vivir como extranjeros en la
Tierra. Los Atlantes blancos habían transferido a los pueblos nativos un modo de vida
semejante, muchas de cuyas pautas serían actualmente incomprensibles. Empero, trataré de
exponer los principios más evidentes en que se basaba para conseguir los objetivos
propuestos: sencillamente, se trataba de tres conceptos, el principio de la Ocupación, el
principio del Cerco, y el principio de la Muralla; tres conceptos complementados por aquel
legado de la Sabiduría Atlante que eran la Agricultura y la Ganadería.
En primer lugar, los pueblos aliados de los Atlantes blancos no deberían olvidar nunca el
principio de la Ocupación del territorio y tendrían que prescindir definitivamente del principio de
35