El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 346
¨El Misterio de Belicena Villca¨
hostilidad hacia este Mundo, hacia la Cultura judaica que hoy predomina en este Mundo, no
sería extraño el resultado de mis reflexiones. Por el contrario, sería más bien lógico que
estando la Fraternidad Blanca a punto de realizar la Sinarquía Universal, como en el siglo XIII,
no existiese sino
organización de Iniciados en la Sabiduría Hiperbórea. Sí: del mismo
modo que en el siglo XIII el Circulus Domini Canis se opuso a los planes de la Fraternidad
Blanca, quizás ahora existiese únicamente la Orden de Constructores Sabios del Señor de
la Orientación Absoluta.
–Entonces, –me decía desolado, sintiendo que una angustia, muy parecida al terror,
ascendía desde el estómago hasta la garganta– entonces no debo esperar ninguna ayuda
concreta para cumplir mi misión. ¡Estoy librado a mis propias fuerzas! –Me costaba aceptar
esto.
La misión propuesta por Belicena era claramente una tarea que requería el desempeño de
un hombre superior, de alguien dotado con mucho más de lo que Yo contaba en ese
momento. Si de algo estaba seguro empero era que la ayuda espiritual sería imprescindible
para cumplir la misión. Pero la ayuda, según mis recientes conclusiones no debía esperarla de
las organizaciones humanas: no podía haber intermediarios entre lo espiritual y Yo. Era
evidente pues, que la ayuda espiritual tendría que manifestarse directamente en mi interior;
que Dios, o los “Dioses Liberadores”, o mi propio Espíritu, Eterno, Increado, Infinito, si
respondían a la solicitud de auxilio, tendrían que hacerlo en lo más profundo de mi intimidad
psíquica.
Desde hacía rato sentía una especie de ahogo, una opresión en el pecho a la que no daba
mucha importancia, pues la atribuía al tórrido Febrero. Esta presunción pronto se desvaneció,
pues las noches de Salta suelen ser bastantes frescas, aún en verano, y ésa no era la
excepción. Lo noté de inmediato cuando abrí la ventana: vi el parque tenuemente iluminado
por el crepúsculo de las 4 horas, al tiempo que una brisa fría me obligó a cerrar el postigo.
Parado junto a la ventana, extrañamente sofocado por una angustia desconocida, pensé
torpemente que en unos minutos más amanecería.
Una sensación de soledad cósmica me había embargado poco a p