El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 30

¨El Misterio de Belicena Villca¨ Con respecto a la Sabiduría, los pueblos nativos recibían en todos los casos una prueba directa de que podían adquirir un conocimiento superior, una evidencia concreta que hablaba más que las incomprensibles artes empleadas en las construcciones megalíticas: y esta prueba innegable, que situaba a los pueblos nativos por encima de cualquier otro que no hubiese hecho tratos con los Atlantes, consistía en la comprensión de la Agricultura y de la forma de domesticar y gobernar a las poblaciones animales útiles al hombre. En efecto, a la partida de los Atlantes blancos, los pueblos nativos contaban para sostenerse en su sitio, y cumplir la misión, con la poderosa ayuda de la Agricultura y de la Ganadería, sin importar qué hubiesen sido antes: recolectores, cazadores o simples guerreros saqueadores. El cercado mágico de los campos, y el trazado de las ciudades amuralladas, debía realizarse en la tierra por medio de un arado de piedra que los Atlantes blancos legaban a los pueblos nativos para tal efecto: se trataba de un instrumento lítico diseñado y construido por Ellos, del que no tenían que desprenderse nunca y al que sólo emplearían para fundar los sectores agrícolas y urbanos en la tierra ocupada. Naturalmente, ésta era una prueba de la Sabiduría pero no la Sabiduría en sí. ¿Y qué de la Sabiduría?, ¿cuándo se obtendría el conocimiento que permitía al Espíritu viajar más allá de las estrellas? Individualmente dependía de la voluntad puesta en regresar al Origen y de la orientación con que esa voluntad se dirigiese hacia el Origen: cada uno podría irse en cualquier momento y desde cualquier lugar si adquiría la Sabiduría procedente de la voluntad de regresar y de la orientación hacia el Origen; el combate contra las Potencias de la Materia tendría que ser resuelto, en este caso, personalmente: ello constituiría una hazaña del Espíritu y sería tenido en alta estima por los Dioses Liberadores. Colectivamente, en cambio, la Sabiduría de la Liberación del Espíritu, la que haría posible la partida de todos los Guerreros Sabios hacia K'Taagar y, desde allí, hacia el Origen, sólo se obtendría cuando el teatro de operaciones de la Guerra Esencial se trasladase nuevamente a la Tierra: entonces los Dioses Liberadores volverían a manifestarse a los hombres para conducir a las Fuerzas del Espíritu en la Batalla Final contra las Potencias de la Materia. Hasta entonces, los Guerreros Sabios deberían cumplir eficazmente con la misión y prepararse para la Batalla Final: y en ese entonces, cuando fuesen convocados por los Dioses para ocupar su puesto en la Batalla, les tocaría a los Guerreros Sabios en conjunto demostrar la Sabiduría del Espíritu. Tal como afirmaban los Atlantes blancos, ello sería inevitable si los pueblos nativos cumplían su misión y respetaban el Pacto de Sangre pues, “entonces”, la Máxima Sabiduría coincidiría con la Más Fuerte Voluntad de regresar al Origen, con la Mayor Orientación hacia el Origen, con el Más Alto Valor resuelto a combatir contra las Potencias de la Materia, y con la Máxima Hostilidad Espiritual hacia lo no espiritual. Colectivamente, pues, la máxima Sabiduría se revelaría al final, durante la Batalla Final, en un momento que todos los Guerreros Sabios reconocerían simultáneamente ¿Cómo? la oportunidad sería reconocida directamente con la Sangre Pura, en una percepción interior, o mediante la “Piedra de Venus”. A los Reyes Guerreros de cada pueblo aliado, es decir, a sus descendientes, los Atlantes blancos legaban también una Piedra de Venus, gema semejante a una esmeralda del tamaño del puño de un niño. Aquella piedra, que había sido traída a la Tierra por los Dioses Liberadores, no estaba facetada en modo alguno sino finamente pulida, mostrando sobre un sector de la superficie una ligera concavidad en cuyo centro se observaba el Signo del Origen. De acuerdo con lo que los Atlantes blancos revelaron a los Reyes Guerreros, antes de la caída del Espíritu extraterrestre en la Materia, existía en la Tierra un animal-hombre extremadamente primitivo, hijo del Dios Creador de todas las formas materiales: tal animal hombre poseía esencia anímica, es decir, un Alma capaz de alcanzar la inmortalidad, pero carecía del Espíritu eterno que caracterizaba a los Dioses Liberadores o al propio Dios Creador. Sin embargo, el animal hombre estaba destinado a obtener evolutivamente un alto grado de conocimiento sobre la Obra del Creador, conocimiento que se resumía en el Signo de la Serpiente; con otras palabras, la serpiente representaba el más alto conocimiento para el animal hombre. Luego de protagonizar el Misterio de la Caída, el Espíritu vino a quedar incorporado al animal hombre, prisionero de la Materia, y surgió la necesidad de su liberación. Los Dioses Liberadores, que en esto se mostraron tan terribles como el maldito Dios Creador Cautivador de los Espíritus, sólo atendían, como se dijo, a quienes disponían de voluntad de regresar al Origen y exhibían orientación hacia el Origen; a esos Espíritus valientes, los Dioses 30