El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 28
¨El Misterio de Belicena Villca¨
pertenecían a una casta de Constructores Guerreros, o Guerreros Sabios, que combatían en el
bando de los Dioses Liberadores del Espíritu del hombre, junto a las castas Noble y Guerrera
de los hombres rojos y amarillos, quienes nutrieron las filas de los ‘combatientes directos’. Por
eso los Atlantes morenos intentaban destruir sus obras: porque adoraban a las Potencias de la
Materia y obedecían el designio con que los Dioses Traidores encadenaron el Espíritu a la
naturaleza animal del hombre”.
Los Atlantes blancos provenían de la Raza que la moderna Antropología denomina “de
cromagnón”. Unos treinta mil años antes, los Dioses Liberadores, que por entonces
gobernaban la Atlántida, habían encomendado a esta Raza una misión de principio, un
encargo cuyo cumplimiento demostraría su valor y les abriría las puertas de la Sabiduría:
debían expandirse por todo el mundo y exterminar al animal hombre, al homínido primitivo de
la Tierra que sólo poseía cuerpo y Alma, pero carecía de Espíritu eterno, es decir, a la Raza
que la Antropología ha bautizado como de “Neanderthal”, hoy extinguida. Los hombres de
Cromagnón cumplieron con tal eficiencia esa tarea, que fueron recompensados por los Dioses
Liberadores con la autorización para reagruparse y habitar en la Atlántida. Allí adquirieron
posteriormente el Magisterio de la Piedra y fueron conocidos como Guardianes de la Sabiduría
Lítica y Hombres de Piedra. Así, cuando digo que “pertenecían a una casta de Constructores
Guerreros”, ha de entenderse “Constructores en Piedra”, “Guerreros Sabios en la Sabiduría
Lítica”. Y esta aclaración es importante porque en su Ciencia sólo se trabajaba con piedra,
vale decir, tanto las herramientas, como los materiales de su Ciencia, consistían en piedra
pura, con exclusión explícita de los metales. “Los metales, explicarían luego a los iberos,
representaban a las Potencias de la Materia y debían ser cuidadosamente evitados o
manipulados con mucha cautela”. Al transmitir la idea de que la esencia del metal era
demoníaca, los Atlantes blancos buscaban evidentemente infundir un tabú en los pueblos
aliados; tabú que, por lo menos en caso del hierro, se mantuvo durante varios miles de años.
Inversamente los Atlantes morenos, sin dudas por su particular relación con las Potencias de
la Materia, estimulaban a los pueblos que les eran adictos a practicar la metalurgia y la
orfebrería, sin restricciones hacia ningún metal.
Y éste es el segundo principio que hay que tener presente, Dr. Arturo Siegnagel: los
Atlantes blancos encomendaron a los iberos que los habían apoyado en las construcciones
megalíticas una misión que puede resumirse en la siguiente forma: proteger las
construcciones megalíticas y luchar a muerte contra los aliados de los Atlantes
morenos. Estos últimos, por su parte, propusieron a los iberos que los secundaban una misión
que podría formularse así: “destruir las construcciones megalíticas; si ello no fuese
posible, modificar las formas de las piedras hasta neutralizar las funciones de los
conjuntos; si ello no fuese posible, grabar en las piedras los signos arquetípicos de la
materia correspondientes con la función a neutralizar; si ello no fuese posible,
distorsionar al menos el significado bélico de la construcción convirtiéndola en
monumento funerario; etc.”; y: “combatir a muerte a los aliados de los Atlantes
blancos”.
Como dije antes, luego de imponer estas “misiones” los Atlantes continuaban su lento
avance hacia el Este; los blancos siempre seguidos a prudente distancia por los morenos. Es
por eso que los morenos tardaron miles de años en alcanzar Egipto, donde se asentaron e
impulsaron una civilización que duró otros tantos miles de años y en la cual oficiaron
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