El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 210
¨El Misterio de Belicena Villca¨
de “cautiverio”. Por esta razón desarrollaré a continuación una alegoría, en la cual se hará
evidente la correspondencia apuntada, lo que permitirá luego, comprender la estrategia
secreta que los Dioses Leales practican para contrarrestar el arma cultural de la Sinarquía.
Comenzaré a presentar la alegoría fijando la atención en un hombre, a quien han tomado
prisionero y condenado, de manera inapelable, a reclusión perpetua. El desconoce esta
sentencia, así como cualquier información posterior a su captura procedente del mundo
exterior, pues se ha decidido mantenerlo indefinidamente incomunicado. Para ello ha sido
encerrado en una torre inaccesible la cual se halla rodeada de murallas, abismos y fosos, y
donde resulta aparentemente imposible todo intento de fuga. Una guarnición de soldados
enemigos, a los cuales no es posible dirigirse sin recibir algún castigo, se encargan de vigilar
permanentemente la torre; son despiadados y crueles, pero terriblemente eficientes y leales: ni
pensar en comprarlos o engañarlos. En estas condiciones no parecen existir muchas
esperanzas de que el prisionero recobre alguna vez la libertad. Y, sin embargo, la situación
real es muy otra. Si bien hacia afuera de la Torre la salida está cortada por murallas, fosos y
soldados, desde adentro es posible salir directamente al exterior, sin tropezar con ningún
obstáculo. ¿Cómo? Por medio de una salida secreta cuyo acceso se encuentra hábilmente
disimulado en el piso de la celda. Naturalmente, el prisionero ignora la existencia de este
pasadizo como tampoco lo conocen sus carceleros.
Supongamos ahora que, sea porque se le ha convencido de que es imposible escapar,
sea porque desconoce su calidad de cautivo, o por cualquier otro motivo, el prisionero no
muestra predisposición para la fuga: no manifiesta ni valor ni arrojo y, por supuesto, no busca
la salida secreta; simplemente se ha resignado a su precaria situación. Indudablemente es su
propia actitud negativa el peor enemigo ya que, de mantener vivo el deseo de escapar, o aún,
si experimentase la nostalgia por la libertad perdida, se revolvería en su celda donde existe, al
menos, una posibilidad en un millón de dar con la salida secreta por casualidad. Pero no es así
y el prisionero, en su confusión, ha adoptado una conducta apacible que, a medida que
transcurren los meses y los años, se torna cada vez más pusilánime e idiota.
Habiéndose entregado a su suerte, sólo cabría esperar para el cautivo una ayuda exterior,
la cual sólo puede consistir en la revelación de la salida secreta. Pero no es tan simple de
exponer el problema ya que el prisionero no lo desea o no sabe que puede huir, según he
dicho. Se deben, pues, cumplir dos cosas: 1ro lograr que asuma su condición de prisionero, de
persona a quien han quitado la libertad, y, en lo posible, que recuerde los días dorados
cuando no existían celdas ni cadenas. Es necesario que tome conciencia de su miserable
situación y desee ardientemente salir, previamente a: 2do revelarle la existencia de la única
posibilidad de huir. Porque bastaría, ahora que el prisionero desea huir, sólo con que sepa
de la existencia de la salida secreta; a ésta la buscará y hallará por sí mismo.
Planteado así, el problema parece muy difícil de resolver: es necesario despabilarlo,
despertarlo de su letargo, orientarlo, y luego revelarle el secreto. Por eso es hora ya de
preguntarse: ¿hay alguien dispuesto a ayudar al miserable prisionero? Y si lo hubi