El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 19
¨El Misterio de Belicena Villca¨
una calculada negligencia, como si el asesino quisiese dar una mínima muestra de su inmenso
y terrible poder en un alarde de demencial orgullo.
Visiblemente perturbado, me despedí del Profesor Ramirez y regresé sobre mis pasos,
mientras una certeza se afirmaba cada vez más en mi cerebro: Belicena Villca sabía que un
peligro mortal la acechaba cuando gritaba pachachutquiy, pachachutquiy.
Capítulo VI
Escudos de Provincias Argentinas.
Salta
Tucumán
Jujuy
La Rioja
Catamarca
San Juan
El asunto me intrigaba y, aunque dudaba que se hubiese avanzado algo, decidí conseguir toda
la información posible sobre el crimen. Cuando discutimos con el Oficial Maidana sobre la
probable filiación de la cuerda enjoyada, quedé con esté en acercarle alguna publicación
masónica para que comprobara la similitud, sólo exterior, de las medallas, con unas joyas
destinadas a rituales de distintos grados de dicha organización. En su momento no pensaba
cumplir dicha promesa, que hice en un desesperado intento por convencer a los policías del
carácter ritual del asesinato, al ver que estos evadían el bulto y buscaban una solución
racional que, a mi juicio, no existía.
Ahora pensaba valerme de ella como excusa, para obtener información. Busqué los tres
enormes tomos del “Diccionario de la Francmasonería” en la Biblioteca de la Universidad y
me dirijí a la Jefatura de Policía. En Salta ésta ocupa un antiguo edificio colonial pegado al
Cabildo, frente a la plaza principal, florida y provinciana. Estacioné el automóvil junto a un
parquímetro, a varias cuadras de mi destino y caminé por la calle Belgrano rumbo al centro.
Al llegar a la Iglesia del Sagrado Corazón, con su edificio de más de 300 años, iba
pensando en la juventud de la América Blanca ante la milenaria Europa; a pesar de que aquí
no se construyó nada más atrás de 400 años, nos estremece lo secular, que sentimos antiguo
y remoto.
Me faltaba transitar la cuadra de la recova con sus arcos centenarios, bajo los cuales se
puede tomar un café y leer el diario o simplemente contemplar los altos cerros lejanos que
rodean el Valle de Lerma.
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