El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 14
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Capítulo II
Aquel desagradable suceso, perturbó la marcha impecable del Nosocomio sumiéndonos a
todos en un estado de malestar y angustia indescriptible. Especialmente afectado resultó
nuestro Director, el eminente Dr. Cortez, quien temía que el escándalo llegase a mancillar el
nombre del ilustre prócer local que lleva el Hospital, hecho que, según su clara lógica, influiría
en los cheques que la poderosa familia del finado hacía llegar mensualmente. No cansaré al
lector con detalles porque este caso fue muy comentado por la prensa y si desea hacerlo
puede consultar el diario “El Heraldo” de Salta, en las ediciones de la semana que va del 7 al
15 de Enero de 1980, donde hallará toda la información. Sólo recordaré aquí lo esencial, ya
que el desarrollo de este verídico caso, requiere considerar las extrañas circunstancias en
que ocurrió el crimen y el misterio que lo rodeó;... y que aún persiste, pues la Policía no logró
esclarecerlo y dignos funcionarios manifiestan dudas sobre si ello será posible algún día.
Porque dos elementos tan absurdos como irracionales intervienen de manera definitiva en el
fatal desenlace, impidiendo toda posibilidad de realizar conjeturas coherentes; el primero es un
hecho inobjetablemente verificado: el crimen se concretó en una celda para enfermos
psicóticos herméticamente cerrada con una pesada puerta de acero, entre las 0,00 hs. y las
2,00 hs. del 6 de Enero, sin que nadie, absolutamente nadie hubiese entrado durante ese
lapso. Esto se comprobó, felizmente, gracias a un suceso fortuito.
Siendo la noche anterior 5 de Enero, es decir, día de festejo de Reyes Magos, parte del
personal fue a repartir regalos al Hospital de Niños y al Orfelinato San Francisco de Asís. Entre
ellos estaba nuestro eximio Director, Dr. Cortez, quien a las 23 hs. ya había regresado,
luciendo aún el traje de Papá Noel y dispuesto a efectuar la recorrida diaria que, desde
incontables años, realiza por todos los pabellones para recoger los informes finales. Pues
bien, el propio Dr. Cortez vio por última vez viva a Belicena Villca a las 23,50 Hrs.,
cuando, a raíz de una crisis histérica en su segunda fase, promovió un general desorden en el
pabellón “B”: corría desesperadamente en el reducido espacio de su celda, con los ojos fijos y
desorbitados, mientras gritaba “Pachachutquiy”, “Pachachutquiy”, palabras que en ese
momento eran incomprensibles, si bien reconocimos que se trataba del idioma quechua. Por
otra parte, el ataque era sintomáticamente anormal en ella.
El Dr. Cortez ordenó una inmediata dosis de Valium, sumiendo a la infortunada Belicena
Villca en un sopor del que sólo habría de salir un instante para ver la Muerte de Cerca, tal
como lo sugería la expresión de tremendo horror con que se hallaba crispado su rostro cuando
fue encontrada, ya muerta, tres horas más tarde. Y aquí surge el misterio; el primer elemento
que desconcertó y sorprendió a los avezados policías: luego de ser atendida la paciente,
serían las 0,00 horas, todos nos retiramos de la celda siendo ésta cerrada por el Dr. Cortez,
quien inadvertidamente guardó la llave en uno de los bolsillos de su traje de Papá Noel
olvidando luego depositarla en el tablero general de llaves. A las tres de la mañana al ir la
enfermera de turno a recorrer la ronda habitual, notó la falta de la llave, de la cual nadie supo
dar parte. Dedujo de ello que habría sido llevada por el Dr. Cortez y, como los duplicados se
encuentran en la oficina del mismo, no le quedó otra alternativa más que llamarle a su casa.
No fue necesario hacerlo, pues la operadora del conmutador interno informó que el Dr. aún
permanecía en el Hospital, aunque estaba a punto de retirarse. Avisado éste de su error,
decidió subir al pabellón “B” para entregar la llave y realizar una breve inspección ocular. Es
decir, que durante esas tres horas, la llave, único medio para abrir la puerta blindada de la
celda, estuvo en poder del Dr. Cortez. Pero el Director del Hospital era un hombre de
reconocida trayectoria social, cuyas virtudes morales han sido siempre exaltadas como
ejemplo digno de emulación, y de quien, por último, nadie osaría dudar, ni siquiera el
experimentado policía Maidana a cargo de la investigación del caso.
En fin, el Dr. Cortez abrió la puerta de la celda acompañado por mí y la enfermera García
exactamente a las 3,05 hs. Un olor penetrante y dulzón fue lo primero que nos llamó la
atención. Era una fragancia como a sahumerio de sándalo o incienso y resultaba tan fuera de
lugar allí, que nos miramos perplejos. Pero esto sólo fue un instante pues lo que vino después
concentró toda nuestra atención.
Belicena Villca yacía en su lecho, sin duda muerta desde un tiempo atrás, con el cuello
tumefacto a causa del estrangulamiento a que había sido sometida. El arma homicida, una
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