El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 104

¨El Misterio de Belicena Villca¨
Esa unidad política controlada discretamente por la Iglesia, que ahora disponía de una poderosa Banca y de una Orden militar, resultaría fatalmente desestabilizada por Federico II. En 1220, cuando aún obedecía al plan de los Golen, Federico II concedió a los príncipes eclesiásticos los derechos de reglamentar el tráfico comercial en sus territorios y decidir sobre su fortificación. Empero, en 1232, confirió estos mismos derechos a los Señores Territoriales además de autorizarles la jurisdicción completa de sus países: en la práctica, esto significaba que asuntos tales como la moneda, el mercado, la justicia, la policía, y las fortificaciones, quedaban para siempre sujetos a la potestad de los Señores Territoriales, no teniendo ya el Rey, ni el Papa, poder ejecutivo alguno en sus respectivos países.
Después de la muerte de Federico II, en 1250, jamás conseguirá la Iglesia Golen otra oportunidad semejante para cumplir con los planes de la Fraternidad Blanca: en Alemania sobrevendrá el Interregno, durante el cual los Señores Territoriales se harán cada vez más poderosos e independientes; y en Francia, gobernará Felipe IV, el Hermoso, quien concluirá la obra de Federico II procediendo a aniquilar a la Orden del Temple y a desmantelar la infraestructura de la Sinarquía financiera.
Como segunda causa del fracaso del plan Golen, causa principal, causa esotérica, he mencionado a la“ oposición de la Sabiduría Hiperbórea”: con tal denominación me refiero, lógicamente, a la oposición consciente que ciertos sectores llevaron adelante contra las intrigas secretas de los Golen y sus organizaciones cistercienses y templarias.
Esos sectores, que comprendían la Sabiduría Hiperbórea, contribuyeron de manera significativa a determinar el fracaso de los Golen; eran varios grupos, pero entre los principales cabe citar a los Bogomilos en Italia, a los Cátaros de Francia, y a los Señores de Tharsis de España.
Los Señores de Tharsis se habían hecho fuertes en España, tanto en la región musulmana como en la cristiana: en Turdes, conservaban su obispado y la propiedad de la Villa, donde una parte de la familia permanecía todo el año; en Córdoba y en Toledo, vivían siempre los clérigos que se dedicaban a la enseñanza; y en Cataluña y Aragón, e inclusive en varios países europeos, habitaban los que eran teólogos y doctores, y recibían la invitación de algún Señor para oficiar de consejeros o instruir a las familias reales. Pero, allí donde estuviesen, los Señores de Tharsis jamás olvidaban su Destino, y todos los esfuerzos estaban puestos en obedecer aquellos dos principios jurados por los Hombres de Piedra: preservar la Espada Sabia y cumplir la misión familiar. Su prioridad era, pues, sobrevivir; pero sobrevivir como Estirpe, lo que obligaba a mantenerse permanentemente informado sobre la Estrategia enemiga puesto que uno de los objetivos estratégicos declarados por el Enemigo exigía, justamente, el exterminio de la Casa de Tharsis. En el siglo XIII, los Señores de Tharsis tenían perfectamente en claro los planes de la Fraternidad Blanca y sabían cuan cerca estaban los Golen de hacerlos realidad. Para oponerse a esos planes, sin arriesgar la seguridad de la Estirpe, los señores de Tharsis comprendieron que necesitaban operar protegidos por una Orden de la Iglesia, una Orden que, desde luego, no estuviese controlada por los Golen ni se rigiese por la Regla benedictina: por supuesto, no existía una Orden semejante. El honor de fundarla, y salvar por su intermedio a la parte más sana del cristianismo, le correspondería a Santo Domingo.
Vigésimo Día
Desde hoy voy a examinar, Dr. Siegnagel, la cuestión cátara, la más significativa de las producciones de la Sabiduría Hiperbórea que se opuso a los planes de la Fraternidad Blanca en el siglo XIII. Fue en el contexto del catarismo cuando Santo Domingo fundó la Orden de los Predicadores que permitiría a los Señores de Tharsis actuar de manera encubierta. Es necesario, entonces, describir dicho contexto para que resulte claro el objetivo buscado por Santo Domingo y los Señores de Tharsis.
Ante todo, cabe advertir que calificar de“ herejía” al catarismo es tan absurdo como hacerlo con el budismo o el islamismo: como éstos, el catarismo era otra religión, distinta de la católica. Herejía es, por definición, error dogmático sobre la Doctrina oficial de la Iglesia; no es hereje quien profesa otra religión sino quien desvirtúa o interpreta torcidamente el dogma
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