EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 81
Pero si, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran los perros y
se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente
como si fuera una esperanza.
Pero el pueblo está todavía muy allá. Es el viento el que lo acerca.
Hemos venido caminando desde el amanecer. Ahorita son algo así
como las cuatro de la tarde. Alguien se asoma al cielo, estira los ojos
hacia donde está colgado el sol y dice:
—Son como las cuatro de la tarde.
Ese alguien es Melitón. Junto con él, vamos Faustino, Esteban y
yo. Somos cuatro. Yo los cuento: dos adelante, otros dos atrás. Miro
más atrás y no veo a nadie. Entonces me digo: "Somos cuatro." Hace
rato, como a eso de las once, éramos veintitantos; pero puñito a puñito
se han ido desperdigando hasta quedar nada más este nudo que somos
nosotros.
Faustino dice:
—Puede que llueva.
Todos levantamos la cara y miramos una nube negra y pesada que
pasa por encima de nuestras cabezas. Y pensamos: "Puede que sí."
No decimos lo que pensamos. Hace ya tiempo que se nos
acabaron las ganas de hablar. Se nos acabaron con el calor. Uno
platicaría muy a gusto en otra parte, pero aquí cuesta trabajo. Uno
platica aquí y las palabras se calientan en la boca con el calor de afuera,
y se le resecan a uno en la lengua hasta que acaban con el resuello.
Aquí así son las cosas. Por eso a nadie le da por platicar.
Cae una gota de agua, grande, gorda, haciendo un agujero en la
tierra y dejando una plasta como la de un salivazo. Cae sola. Nosotros
esperamos a que sigan cayendo más. No llueve. Ahora si se mira el cielo
se ve a la nube aguacera corriéndose muy lejos, a toda prisa. El viento
que viene del pueblo se le arrima empujándola contra las sombras
azules de los cerros. Y a la gota caída por equivocación se la come la
tierra y la desaparece en su sed,
¿Quién diablos haría este llano tan grande? ¿Para qué sirve, eh?
Hemos vuelto a caminar. Nos habíamos detenido para ver llover.
No llovió. Ahora volvemos a caminar. Y a mí se me ocurre que hemos
caminado más de lo que llevamos andado. Se me ocurre eso. De haber
llovido quizá se me ocurrieran otras cosas. Con todo, yo sé que desde
que yo era muchacho, no vi llover nunca sobre el Llano, lo que se llama
llover.
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