EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 72
nombre. A él también le tocó la mala suerte de encontrarse con usted.
Desde entonces dije: "Ese no puede ser mi hijo."
—Mira a ver si ya ves algo. O si oyes algo. Tú que puedes hacerlo
desde allá arriba, porque yo me siento sordo.
—No veo nada.
—Peor para ti, Ignacio.
—Tengo sed.
—¡Aguántate! Ya debemos estar cerca. Lo que pasa es que ya es
muy noche y han de haber apagado la luz en el pueblo. Pero al menos
debías de oír si ladran los perros. Haz por oír.
—Dame agua.
—Aquí no hay agua. No hay más que piedras. Aguántate. Y
aunque la hubiera, no te bajaría a tomar agua. Nadie me ayudaría a
subirte otra vez y yo solo no puedo.
—Tengo mucha sed y mucho sueño.
—Me acuerdo cuando naciste. Así eras entonces.
Despertabas con hambre y comías para volver a dormirte. Y tu
madre te daba agua, porque ya te habías acabado la leche de ella. No
tenías llenadero. Y eras muy rabioso. Nunca pensé que con el tiempo se
te fuera a subir aquella rabia a la cabeza... Pero así fue. Tu madre, que
descanse en paz, quería que te criaras fuerte. Creía que cuando tú
crecieras irías a ser su sostén. No te tuvo más que a ti. El otro hijo que
iba a tener la mató. Y tú la hubieras matado otra vez si ella estuviera
viva a estas alturas.
Sintió que el hombre aquel que llevaba sobre sus hombros dejó de
apretar las rodillas y comenzó a soltar los pies, balanceándolo de un
lado para otro Y. le pareció que la cabeza; allá arriba, se sacudía comó
si sollozara.
Sobre su cabello sintió quei caían gruesas gotas, como de
lágrimas.
—¿Lloras , Ignacio? Lo hace llorar a usted el recuerdo de su
madre, ¿verdad? Pero nunca hizo usted nada por ella. Nos pagó siempre
mal. Parece que en lugar de cariño, le hubiramos retacado el cuerpo de
maldad. ¿Y ya ve? Ahora lo han herido. ¿Qué pasó con sus amigos? Los
mataron a todos. Pero ellos no tenían a nadie. Ellos bien hubieran
podido dercir: "No tenemos a quién darle nuestra lástima ". ¿Pero usted,
Ignacio?
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