EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 71
—Bajame, padre.
—¿Te sientes mal?
—Sí
—Te llevaré a Tonaya a como dé lugar. Allí encontraré quien te
cuide. Dicen que allí hay un doctor. Yo te llevaré con él. Te he traído
cargando desde hace horas y no te dejaré tirado aquí para que acaben
contigo quienes sean.
Se tambaleó un poco. Dio dos o tres pasos de lado y volvió a
enderezarse.
—Te llevaré a Tonaya.
—Bájame.
Su voz se hizo quedita, apenas murmurada:
—Quiero acostarme un rato.
—Duérmete allí arriba. Al cabo te llevo bien agarrado.
La luna iba subiendo, casi azul, sobre un cielo claro. La cara del
viejo, mojada en sudor, se llenó de luz. Escondió los ojos para no mirar
de frente, ya que no podía agachar la cabeza agarrotada entre las
manos de su hijo.
—Todo esto que hago, no lo hago por usted. Lo hago por su
difunta madre. Porque usted fue su hijo. Por eso lo hago. Ella me
reconvendría si yo lo hubiera dejado tirado allí, donde lo encontré, y no
lo hubiera recogido para llevarlo a que lo curen, como estoy haciéndolo.
Es ella la que me da ánimos, no usted. Comenzando porque a usted no
le debo más que puras dificultades, puras mortificaciones, puras
verguenzas.
Sudaba al hablar. Pero el viento de la noche le secaba el sudor. Y
sobre el sudor seco, volvía a sudar.
—Me derrengaré, pero llegaré con usted a Tonaya, para que le
alivien esas heridas que le han hecho. Y estoy seguro de que, en cuanto
se sienta usted bien, volverá a sus malos pasos. Eso ya no me importa.
Con tal que se vaya lejos, donde yo no vuelva a saber de usted. Con tal
de eso... Porque para mí usted ya no es mi hijo. He maldecido la sangre
que usted tiene de mí. La parte que a mí me tocaba la he maldecido. He
dicho: "¡Que se le pudra en los riñones la sangre que yo le dí!" Lo dije
desde que supe que usted andaba trajinando por los caminos, viviendo
del robo y matando gente..., Y gente buena. Y si no, allí esta mi
compadre Tranquilino. El que lo bautizó a usted. El que le dio su
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