EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 7
armas, sentado en una banca con la carabina entre las piernas y
mirando con mucho odio a todos. No hablaba con nadie. No saludaba a
nadie. Y si uno lo miraba, él se hacía el desentendido como si no
conociera a la gente.
Fue entonces cuando mató a su cuñado, el de la mandolina. Al
Nachito se le ocurrió ir a darle una serenata, ya de noche, poquito
después de las ocho y cuando todavía estaban tocando las campanas el
toque de Ánimas. Entonces se oyeron los gritos, y la gente que estaba
en la iglesia rezando el rosario salió a la carrera y allí los vieron: al
Nachito defendiéndose patas arriba con la mandolina y al Urbano
mandándole un culat azo tras otro con el máuser, sin oír lo que le
gritaba la gente, rabioso, como perro del mal. Hasta que un fulano que
no era ni de por aquí se desprendió de la muchedumbre y fue y le quitó
la carabina y le dio con ella en la espalda, doblándolo sobre la banca del
jardín, donde se estuvo tendido.
Allí lo dejaron pasar la noche. Cuando amaneció se fue. Dicen que
antes estuvo en el curato y que hasta le pidió la bendición al padre cura,
pero que él no se la dio.
Lo detuvieron en el camino. Iba cojeando, y mientras se sentó a
descansar llegaron a él. No se opuso. Dicen que él mismo se amarró la
soga en el pescuezo y que hasta escogió el árbol que más le gustaba
para que lo ahorcaran.
Tú te debes acordar de él, pues fuimos compañeros de escuela y
lo conociste como yo.
LA CUESTA DE LAS COMADRES
Los difuntos Torricos siempre fueron buenos amigos míos. Tal vez
en Zapotlán no los quisieran pero, lo que es de mí, siempre fueron
buenos amigos, hasta tantito antes de morirse. Ahora eso de que no los
quisieran en Zapotlán no tenía ninguna importancia, porque tampoco a
mí me querían allí, y tengo entendido que a nadie de los que vivíamos
en la Cuesta de las Comadres nos pudieron ver con buenos ojos los de
Zapot lán. Esto era desde viejos tiempos.
Por otra parte, en la Cuesta de las Comadres, los Torricos no la
llevaban bien con todo mundo. Seguido había desavenencias. Y si no es
mucho decir, ellos eran allí los dueños de la tierra y de las casas que
estaban encima de la tierr a, con todo y que, cuando el reparto, la
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