EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 54
siguió manteniendo sus rencores, se le fue mermando el odio, hasta
convertir sus dos vidas en una viva soledad.
Yo los procuraba poco. Supe, porque me lo contaron, que mi
ahijado tocaba la flauta mientras su padre dormía la borrachera. No se
hablaban ni se miraban; pero aun después de anochecer se oía en todo
Corazón de María la música de la flauta; y a veces se seguía oyendo
mucho mas allá de la media noche.
Bueno, para no alargarles más la cosa, un día; quieto, de esos que
abundan mucho en estos pueblos, llegaron unos revoltosos a Corazón
de María. Casi ni ruido hicieron, porque las calles estaban llenas de
hierba; así que su paso fue en silencio, aunque todos venían montados
en bestias. Dicen que aquello estaba tan calmado y que ellos cruzaron
tan sin armar alboroto, que se oía el grito del somormujo y el canto de
los grillos; y que más que ellos, lo que más se oía era la musiquita de
una flauta que se les agregó al pasar frente a la casa de los Eremites, y
se fue alejando, yéndose, hasta desaparecer.
Quién sabe que‚ clase de revoltosos serían y qué‚ andarían
haciendo. Lo cierto, y esto también me lo contaron, fue que, a pocos
días, pasaron también sin detenerse, tropas del gobierno. Y que en esa
ocasión Euremio el viejo, que a esas alturas ya estaba un tanto
achacoso, les pidió que lo llevaran. Parece que contó que tenía cuentas
pendientes con uno de aquellos bandidos que iban a perseguir. Y sí, lo
aceptaron. Salió de su casa a caballo y con el rifle en la mano,
galopando para alcanzar a las tropas. Era alto, como antes les decía,
que más que un hombre parecía una banderola por eso de que llevaba
el greñero al aire, pues no se preocupó de buscar el sombrero.
Y por algunos días no se supo nada. Todo siguió igual de tranquilo.
A mí me tocó llegar entonces. Venía de abajo, donde también nada se
rumoraba. Hasta que de pronto comenzó a llegar gente. Coamileros,
saben ustedes: unos fulanos que se pasan parte de su vida arrendados
en las laderas de los montes, y que si bajan a los pueblos es en procura
de algo o porque algo les preocupa. Ahora los había hecho bajar el
susto. Llegaron diciendo que allá en los cerros se estaba peleando desde
hacía varios días. Y que por ahí venían ya unos casi de arribada.
Pasó la tarde sin ver pasar a nadie.Llegó la noche. Algunos
pensamos que tal vez hubieran agarrado otro camino. Esperamos detrás
de las puertas cerradas. Dieron las nueve y las diez en el reloj de la
iglesia. Y casi con la campana de las horas se oyó el mugido del cuerno.
Luego el trote de caballos. Entonces yo me asomé a ver quiénes eran. Y
vi un montón de desarrapados montados en caballos flacos; unos
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