EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 49
alla escabulléndole el bulto a las botellas voladoras que le aventaban de
todas partes.
"Hubieran visto al gobernador allí de pie muy serio, con la cara
fruncida, mirando hacia donde estaba el tumulto como queriendo
calmarlo con su mirada.
"Quién sabe quién fue a decirle a los músicos que tocaran algo, lo
cierto es que se soltaron tocando el Himno Nacional con todas sus
fuerzas, hasta que casi se le reventaba el cachete al del trombon de lo
recio que pitaba; pero aquello siguió igual. Y luego resultó que allá
afuera, en la calle, se había prendido también el pleito. Le vinieron a
avisar al gobernador que por allá unos se estaban dando de
machetazos; y fijándose bien, era cierto, porque hasta acá se oían voces
de mujeres que decían: ¡Apártenlos que se van a matar!' Y al rato otro
grito que decía: ¡Ya mataron a mi marido! ¡Agárrenlo! Y el gobernador
ni se movía, seguía de pie. Oye, Melitón, cómo es esa palabra que se
dice..."
—Impávido.
—Eso es, impávido. Bueno, con el argüende de afuera la cosa aquí
dentro pareció calmarse. El borrachito del "exacto" estaba dormido; le
habían atinado un botellazo y se había quedado todo despatarrado
tirado en el suelo. El gobernador se arrimó entonces al fulano aquel y le
quitó la pistola que tenía todavía agarrada en una de sus manos
agarrotadas por el desmayo. Se la dio a otro y le dijo: "Encárgate de él
y toma nota de que queda desautorizado a portar armas." Y el otro
contestó: "Sí, mi general."
"La música, no sé por qué, siguió toque y toque el Himno
Nacional, hasta que el catrincito que había hablado en un principio, alzó
los brazos y pidió silencio por las víctimas. Oye, Melitón, ¿por cuáles
víctimas pidió él que todos nos asilenciáramos?"
—Por las del efipoco.
—Bueno, pues por ésas. Después todos se sentaron, enderezaron
otra vez las mesas y siguieron bebiendo ponche y cantando la canción
esa de las "horas de luto".
"Ora me estoy acordando que sí fue por el veintiuno de
septiembre el borlote ; porque mi mujer tuvo ese día a nuestro hijo
Merencio, y yo llegué ya muy noche a mi casa, más bien. borracho que
buenisano. Y ella no me habló en muchas semanas arguyendo que la
había dejado sola con su compromiso. Ya cuando se contentó me dijo—
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