EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 21
!Oye, Camilo, mándanos otras dos cervezas más! —volvió a decir
el hombre. Después añadió: Otra cosa, señor. Nunca verá usted un cielo
azul en Luvina. Allí todo el horizonte está desteñido; nublado siempre
por una mancha caliginosa que no se borra nunca. Todo el lomerío
pelón, sin un árbol, sin una cosa verde para descansar los ojos; todo
envuelto en el calín ceniciento. Usted verá eso: aquellos cerros
apagados como si estuvieran muertos y a Luvina en el más alto,
coronándolo con su blanco caserío como si fuera una corona de
muerto... Los gritos de los niños se acercaron hasta meterse dentro de
la tienda. Eso hizo que el hombre se levantara, y fuera hacia la puerta y
les dijera: "!Váyanse más lejos! !No interrumpan! Sigan jugando, pero
sin armar alboroto."
Luego, dirigiéndose otra vez a la mesa, se sentó y dijo:
—Pues sí, como le estaba diciendo. Allá llueve poco. A mediados
de año llegan unas cuantas tormentas que azotan la tierra y la
desgarran, dejando nada más el pedregal flotando encima del tepetate.
Es bueno ver entonces cómo se arrastran las nubes, cómo andan de un
cerro a otro dando tumbos como si fueran vejigas infladas; rebotando y
pegando de truenos igual que si se quebraran en el filo de las barrancas.
Pero después de diez o doce días se van y no regresan sino al año
siguiente, y a veces se da el caso de que no regresen en varios años.
"...Sí llueve poco. Tampoco o casi nada, tanto que la tierra,
además de estar reseca y achicada como cuero viejo, se ha llenado de
rajaduras y de esa cosa que allí llama 'pasojos de agua', que no son sino
terrones endurecidos como piedras filosas que se clavan en los pies de
uno al caminar, como si allí hasta a la tierra le hubieran crecido espinas.
Como si así fuera."
Bebió la cerveza hasta dejar sólo burbujas de espuma en la botella
y siguió diciendo:
—Por cualquier lado que se le mire. Luvina es un lugar muy triste.
Usted que va para allá se dará cuenta. Yo diría que es el lugar donde
anida la tristeza. Donde no se conoce la sonrisa, como si a toda la gente
le hubieran entablado la cara. Y usted, si quiere puede ver esa tristeza a
la hora que quiera. El aire que allí sopla la revuelve, pero no se la lleva
nunca. Está allí como si allí hubiera nacido. Y hasta que se puede probar
y sentir, porque está siempre encima de uno, apretada contra de uno, y
porque es oprimente como un gran cataplasma sobre la viva carne del
corazón.
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