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manda social. ¿Por qué se tiene que pagar con los presu-
puestos públicos el estudio de esas carreras, aun a sabiendas
de que solo un mínimo de esos estudiantes se podrán co-
locar en lo que han estudiado? Resulta evidente que, en este
caso, son medidas populistas y no medidas sociales las que
se plantean y al final lo tienen que pagar los mismos traba-
jadores, pero en su perjuicio. Por lo tanto, en este caso, lo
mejor sería que solo sean financiadas por el Estado aquellas
carreras en las que la oferta de puestos de trabajo por parte
de las empresas sea superior a la demanda por parte de los
estudiantes.
Otro error de la política económica consiste en la ten-
dencia a expulsar del mercado laboral a las personas cada
vez más pronto mediante las prejubilaciones esa política es
un torpedo en la línea de flotación de la competitividad
empresarial, porque todo prejubilado pasa a depender de
los presupuestos del Estado, que, a su vez, depende de las
empresas. Eso no quiere decir que la jubilación esté mal,
sino más bien que el sistema económico lo que debe de
hacer es premiar a quienes quieren trabajar y, por lo tanto,
no animar a los trabajadores a que cesen en su actividad la-
boral y reconducir esa actividad en función de su edad y
de sus circunstancias. Es más eficaz y sano un trabajo re-
ducido durante toda la vida, que mucho trabajo duro y fa-
tigoso durante unos pocos años.
Otro punto débil de la economía occidental es el fraude
de las bajas. Lo más adecuado sería que toda persona de
baja no laboral pasara, tras un periodo transitorio, a ser
considerado del mismo modo que el conjunto de los para-
dos, es decir, a cobrar un subsidio mínimo cuando no tenga
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