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A NTONIO P INTO R ENEDO personas a su cargo y, de tenerlas, según los casos. Además, esas bajas por motivos no laborales deberían suponer la pér- dida de hasta quince días del mes de vacaciones o más va- caciones para quienes menos bajas cojan. Así se favorecería que los trabajadores fuesen consecuentes con sus propios actos. Esto no sería una forma de desatención hacia estas personas, pues tendría como finalidad que el sistema se adaptase a las circunstancias de cada ciudadano sin tener que recurrir siempre a los inspectores. El mejor favor que pueden hacer los sindicatos a los tra- bajadores es favorecer a quienes más trabajan sobre quienes no, porque, además de contribuir a la competitividad de las empresas, también consigue que los trabajadores vean su esfuerzo recompensado. El excesivo subvencionismo de algunas economías occi- dentales lleva a premiar a quienes no necesitan dinero y a castigar a quienes les hace falta. Eso es un ejemplo de hi- pocresía y también de populismo. No hay que confundir subvencionismo con ayuda so- cial, puesto que la ayuda social debe buscar la integración de los necesitados en el sistema económico y así regresar a la sociedad las ayudas percibidas. En cambio, el subven- cionismo consiste en dar dinero a quien no lo necesita solo por populismo y para obtener votos, pero con un claro daño a la economía. Un ejemplo de ello es que se dan en algunos casos ele- vadas pensiones de jubilación a personas con grandes for- tunas y, en cambio, se les retienen de sus nóminas esos capitales a los matrimonios jóvenes con hijos en periodo de crecimiento. Eso no es precisamente una política social. No es lógico que la situación económica de esas parejas sea 127