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personas a su cargo y, de tenerlas, según los casos. Además,
esas bajas por motivos no laborales deberían suponer la pér-
dida de hasta quince días del mes de vacaciones o más va-
caciones para quienes menos bajas cojan. Así se favorecería
que los trabajadores fuesen consecuentes con sus propios
actos. Esto no sería una forma de desatención hacia estas
personas, pues tendría como finalidad que el sistema se
adaptase a las circunstancias de cada ciudadano sin tener
que recurrir siempre a los inspectores.
El mejor favor que pueden hacer los sindicatos a los tra-
bajadores es favorecer a quienes más trabajan sobre quienes
no, porque, además de contribuir a la competitividad de
las empresas, también consigue que los trabajadores vean su
esfuerzo recompensado.
El excesivo subvencionismo de algunas economías occi-
dentales lleva a premiar a quienes no necesitan dinero y a
castigar a quienes les hace falta. Eso es un ejemplo de hi-
pocresía y también de populismo.
No hay que confundir subvencionismo con ayuda so-
cial, puesto que la ayuda social debe buscar la integración
de los necesitados en el sistema económico y así regresar a
la sociedad las ayudas percibidas. En cambio, el subven-
cionismo consiste en dar dinero a quien no lo necesita solo
por populismo y para obtener votos, pero con un claro
daño a la economía.
Un ejemplo de ello es que se dan en algunos casos ele-
vadas pensiones de jubilación a personas con grandes for-
tunas y, en cambio, se les retienen de sus nóminas esos
capitales a los matrimonios jóvenes con hijos en periodo
de crecimiento. Eso no es precisamente una política social.
No es lógico que la situación económica de esas parejas sea
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